Hoy, la Julia vino sin ánimos, sin vida casi... su cara era como una máscara muerta sin dejar ver ni siquiera una expresión de pena o tristeza... nada... Y aunque ya estabamos acostumbrados a verla siempre seria y callada, esta vez si que nos asustó y en serio. Cuando la Candelaria le preguntó con tantita pena si algo le ocurría, la Julia sólo movió los hombros con desdén y ni siquiera levantó la vista para ver a quien le preguntaba. Fue cuando me metí, y es que me da cólera que la gente , sea quien sea, no tenga tantita educación, estabamos apenados sinceramente por la Julia y la pregunta de la Cande era por todos, por mi, por el Ignacio y por Eusebio que tanto se desvivía por la Julia y que esta no fuera capaz de siquiera responder con una simple palabra si que me colmó la paciencia... Allí si que grité y con ganas... Condenada Julia pero qué es lo que traes mujer?... Ya déjate de cosas y respóndele a la Cande pues!... Luego el silencio... Todos atentos y callados... La Julia levantó la vista... me vio directamente a los ojos y luego a cada uno de los demás... sus lágrimas empezaron a caer de sus ojos... y dijo: Don Lencho, Cande, Nachito y Chevo... ustedes son gente buena... me han dado mucho... y se los agradezco desde muy adentro... y por eso, me da pena decirles... decirles que me voy a tener que ir...
Irte?... A dónde muchacha taimada?... Tú no puedes irte, aquí vives... Si, lo sé, aquí vivo y por eso me voy a ir... porque ya no seguiré viviendo... el cáncer Don Lencho... el cáncer me esta matando... La Julia, estaba hablando en serio... Lo ví en sus ojos... la noche estaba en ellos... Todos sentimos al mismo tiempo el golpe de aquella confesión... tirada sin miramientos por la exigencia del momento... Nos miramos, nos entendimos sin decir palabra... Mientras la Julia lloraba quedito... Yo no tenía palabras que decir... Ninguno de los hombres las teníamos... Fue la Candelaria la que habló y lo hizo por todos... Julia, yo te creo y a la vez no quiero creerte, te notamos ya diferente desde hace tiempo pero respetamos tu silencio, hoy todos también notamos que en algo habías llegado a un extremo... ahora sabemos la razón... no sé que decirte, más que aunque te vayas, te quedas... que la muerte no existe como tal cuando se estima a alguien y cuando se ha dado mucho por ese alguien y tanto más se ha recibido... A cada palabra de la Cande, la Julia lloraba más y más... hasta que ambas se abrazaron... Yo sentía que la garganta se me cerraba... ya no podía ni ver porque las lágrimas se me amontonaban en los ojos... Ignacio y Eusebio estaban pálidos y temblorosos y al igual que yo, sus ojos se anegaban... La Julia se soltó de la Cande y caminó hacia la puerta... Yo no quiero morirme, pero nada puedo hacer, no sé cuanto tiempo tengo... si un día o un mes... o quizá una hora... no lo sé... Sé que ustedes me han dado hoy el valor de aceptarlo mas fuertemente... Sus palabras, sus silencios y sus lágrimas son ahora míos... son mi consuelo... les dejo lo mío para consuelo de ustedes... ya sabrán qué hacer... Y se fue... por esa puerta... la otra vez que la vimos... era difunta.