domingo, 30 de enero de 2011

Arrullo






Al convertirnos en adultos,
escondemos la necesidad,
el deseo, el apremio,
de aquel arrullo, de aquel cariño.

Del abrazo protector,
de la palabra de aliento,
de la caricia que cura,
de la sonrisa que consuela.

Disfrazamos nuestra imagen,
nos engañamos a nosotros
suponiéndonos fuertes, estables,
hombres y mujeres por igual.

Pero nunca dejamos aquel niño,
el que explorando el nuevo mundo,
tropieza y se encuentra el dolor
que sólo mamá puede alejar.

Y nos sentimos especiales,
amados y protegidos por aquel arrullo
por aquel ser, inmenso como la vida
poderoso como el amor...

Ser que vence siempre
con una sonrisa y un abrazo
con la suavidad de su arrullo maternal
todo lo que nos causa pesar.

jueves, 27 de enero de 2011

Fea






¿Cuántas veces te has visto al espejo
y tu sonrisa se ha borrado tristemente?
Sufres, y te enojas ante esa injusticia
natural que contra ti se ha impuesto.

Y es que esa alquimia que moldea
tus inicios es a veces traicionera,
quitándo y poniéndo lo deseado
o lo rechazado en tu cuerpo.

Te has negado la coquetería,
la mirada abierta y directa,
el derecho a ser admirada,
perseguida y enamorada.

A los ojos de los insulsos
nada es agradable de tu presencia,
a la manera de pensar de los simples
tu falta de gracia es evidente.

Y te dicen fea, y te crees fea...
ese espejo lo dice, lo confirma
y tú lo aceptas, triste y quizá conforme
al compararte, al sentirte menos.

Más es lo que se mantiene, lo que vale,
no aquello pasajero que se esfuma...
tu adorno, tu virtud, tu belleza,
están fuera del alcanze de los mediocres.

No es para aquellos infelices
que valoran lo barato...
No es para los que se deslumbran
con baratijas que brillan con engaño.

Llevas en tu ser, la belleza verdadera,
esa que no cesa, que no acaba,
la cordialidad, la honestidad, la dignidad,
y una entrega sincera a los demás.

La belleza, esa que se te ha negado,
es simplemente una moda
que aquellas que la imponen
jamás la podrán sustentar.

No te sientas disminuída,
verás al amor real llegar a ti
envuelto en belleza igual a la tuya
y entonces, te sentirás hermosa.

miércoles, 26 de enero de 2011

Sueño Recurrente




Cada amanecer, en ese instante en que los primeros albores del sol aparecen en el horizonte, justo en ese momento es cuando mi mente, mi pensamiento, mi ser entero se eleva, se va, se pierde en distancias que no puedo precisar, a lugares que no puedo explicar, quedo perdido entre dos dimensiones, ambas tan reales como lo que diriamente tocamos, olemos, gustamos...

Todo lo perteneciente a este lado... a esta realidad humana queda latente, estático, sigue moviéndose en el tiempo pero no me afecta, mientras lo que pertenece al otro lado... ese lado que sólo yo percibo en cada amanecer, se dinamiza, se altera, no se inicia porque ya está en movimiento también, pero yo, o una parte de mi, se adhiere a su movimiento.

Hay conciencia en ambos lados, en uno, los sentidos, esos que conocemos todos, continuan registrando las sensaciones normales, en otro, hay sentidos diferentes, nociones ajenas a esta rutina humana, y aunque la materia sigue siendo materia, su esencia, sus raíces son de otra naturaleza.

Por un espacio de tiempo, me adentro y me entrego por completo a esa otra naturaleza, donde la individualidad no existe, donde el significado de acciones, sentimientos y consecuencias no sigue la misma dirección. Allí donde una sonrisa provoca tempestades de estrellas, allí donde el rumor de una melodía forma planetas llenos de vida extraña pero hermosa.

Es un plano donde puedo estar en múltiples lugares a la vez, donde a pesar de ir de un lado a otro, no voy caminando, ni volando, ni flotando, a pesar de ser corpóreo, un lugar donde no hay cansancio, ni dolor, ni ansiedad, ni temor... pero si, mucha, mucha curiosidad, mucha sorpresa, porque cada cosa, cada momento, es siempre nuevo, siempre diferente.

Allí, la alegría es un mar, que circunda a otro oceáno de luz, una luz que acaricia, literalmente. Y se sabe, se siente y se comprende, que ese mar, que ese océano y esa luz... no es algo aparte... sino que es uno sólo con uno mismo.

Los sonidos normales del amanecer, el mañanero canto de los pájaros y la actividad normal que se despliega en cada mañana, son signos, llamadas para volver, para dejar de ser uno sólo con todo y volverme individual, único e irrepetible... y vuelvo...

Vuelvo en paz... tranquilo y reanimado... la vida de este lado no me parece tan mala después de todo... cada elemento de aquel universo encaja en los de este... la diferencia está en sus cimientos, en lo que podamos comprender... pero son iguales...

Acá, tampoco debería yo de ser individualista... pero esa es la manera de ser... ahhhh, buenos días señor sol... si, usted es parte de ambos mundos... su luz, su calor es vida, para todos... si, todos deberiamos ser soles...

Como ansio, que venga nuevamente, el amanecer.

Letargo






El brillo de la vida, apagado, descolorido,
jardín antaño radiante hoy mustio
donde antes las mariposas adornaban
y ahora lo cubren la flores que han muerto...

Camino que otrora estaba perfumado
de encantos, de ritmos y aromas;
ahora es un desierto, una tumba...
un silencio que avasalla, que domina.

Restos de tiempos mejores, reliquias...
una alegría que se ha detenido
entre las raíces de una desgracia
que esplendorosa ha crecido, aplastante.

El letargo de un mundo en tinieblas,
sordo se pierde el eco de antaño...
nada queda entre las ruinas regadas
no hay esperanza, no hay nuevo día.

Un mar convertido en pantáno,
una pradera que es hoy un yermo
una sonrisa trocada en llanto
y muchos sueños ahora en abandono.

domingo, 23 de enero de 2011

El Ciego







Remigio era el ciego de la vecindad, era un hombre grande, tosco, reservado, su rostro cruzado por una infinidad de profundas arrugas, su escasa cabellera blanca salpicada por unos poquísimos mechones negros, su boca torcida debido a una malformación, se mantenía semiabierta constantemente en una manera de sonrisa burlona, dejando entrever unos pocos dientes amarillentos, de esa boca jamás se desprendía el eterno cigarro puro, Remigio fumaba las 24 horas del día, al menos eso era lo que a mí me parecía y todo él se hallaba siempre impregnado de ese peculiar aroma a tabaco quemado que normalmente ofendía a todos, menos a mí.

En lo que a mí concernía, Remigio siempre había estado allí, toda mi vida, yo apenas había cumplido los 12 años y desde que tengo memoria, el ciego había estado cada día en el portón de la vecindad tocando desafinadamente con su viejo y destartalado acordeón y entonando con su voz ronca canciones que nadie recordaba, sentado en un viejo banquito de madera remendada y aquel tacín plateado a sus pies, donde algunos de los pocos transeúntes que pasaban por el callejón le dejaban una o dos monedas...

Esa era la manera en que Remigio "se ganaba la vida" como decían los mayores. En esos tiempos, era poco lo que yo comprendía lo que era ganarse la vida o lo que significaba estar ciego en un mundo donde la vista es algo de suma importancia poseer.

Lo que puedo decir, con seguridad, es que tenía una relación especial con Remigio.

Mis padres, se mantenían ocupados en sus trabajos durante todo el día, ambos salían muy de madrugada, yo quedaba despierto, listo para irme a la escuela, al volver de ella, tenía yo todo el tiempo del mundo para hacer lo que quisiera sin rendirle cuentas a nadie, llegaba siempre antes que los demás niños vecinos y en ese tiempo que andaba solo, me sentaba junto a Remigio a escucharlo, a observarlo, algunas señoras que pasaban por el callejón preguntaban si yo era nieto de Remigio, y rápido abrían sus bolsas para dejarle unas monedas.

Remigio me decía que yo le traía suerte y eso me gustaba. Me sentía importante. Al paso del tiempo, Remigio me dijo que tenía una canción especial para mí. Esa tarde, al estar a su lado, la cantó, yo emocionado, escuchaba:

"En estas tinieblas que la vida me ha dado,
hay quizá más luz que en los ojos que miran,
es tu presencia la brillantez de mi camino
y la alegría del corazón por haberte hallado"

Y repitió durante mucho tiempo aquel versito, al ritmo lento del acordeón que parecía llorar al vestir con música aquellas palabras. Yo lloraba también.

Cuando llegaron mis amigos, corrí a contarles que Remigio me había escrito una canción y que vinieran a escucharla conmigo, pero a nadie le intereso, comenzaron sus juegos, los de siempre, los de cada tarde y desistí de convencerlos, uniéndome yo a los juegos.

Por la noche, al llegar mis padres, emocionado les comenté que Remigio me había hecho una canción y que estaba contento, ellos se vieron a los ojos y serios me dijeron que no entendían por qué tenía yo que andar perdiendo mi tiempo en hacerle compañía al ciego, que no era conveniente que estuviese yo allí afuera, tirado como un pordiosero dando lástima a la gente, que Remigio era de una clase diferente a la nuestra y que era mejor dejarlo solo.

Esa noche me costó dormir, no entendía muchas cosas, pero en mi mente lo que sobresalía eran aquellas palabras, aquel verso y aquella música hechas para mí... y me fui durmiendo lentamente mientras en mis oídos sentía el eco de la voz de Remigio diciéndome:

"... es tu presencia la brillantez de mi camino
y la alegría del corazón por haberte hallado..."

Aquella rutina diaria continuó por algún tiempo hasta que una tarde que volví de la escuela, me enteré al escuchar a los vecinos que Remigio había sido atropellado por un auto en la calle contigua al callejón, los bomberos habían llegado y se lo llevaron a algún hospital... lloré amargamente...

Remigio nunca volvió... mi infancia tampoco lo hizo... fui creciendo, la vida fue cambiando y aquel ciego, se convirtió de a poco en un recuerdo que llegaba de vez en cuando a mi mente.

Me convertí en un hombre, me casé y aunque lamentablemente mi esposa no pudo tener hijos, la amaba sinceramente. Una tarde, al pasar frente a una casa de empeños, ví en la vitrina un objeto que de inmediato capturó mi atención, era un acordeón... idéntico, sino el mismo, que pertenecía a Remigio... sin pensarlo siquiera entré al negocio y me hice del instrumento...

Me compré uno de esos cursos escritos para dominar el acordeón que me dio algunos resultados más o menos apropiados... hasta que llegue a dominarlo de manera aceptable... me pasaba las tardes tocándolo...

La suerte, esa que siempre nos cambia la ruta de la vida, me señaló por la desgracia y mi amada esposa enfermó gravemente perdiéndo sus facultades mentales, no tuve más alternativa que internarla en un hospital neuropsiquiátrico de donde nunca más salió.

El paso de los días era terrible, mi soledad aumentaba y mi único consuelo era dedicarme a sacar aquellas melodías del acordeón... empezé a inventarme ritmos...

Fue cuando vino el golpe mortal...

Mi visión empezó a degenerarse... a un ritmo acelerado, y a una edad donde su pérdida sería una verdadera catástrofe... Pero nada pudo hacerse... quedé ciego en poco tiempo.

Perdí todos mis bienes materiales, no pude conseguir un puesto de trabajo y sin familia ni conocidos, me convertí poco a poco en un mendigo, que con mi acordeón iba provocándo lástima en la gente...

En mi ceguera, no sólo en aquella de los ojos, sino en la de la vida misma, tuve un accidente terrible, mi rostro, especialmente mi boca, quedó irremediablemente torcida... ciego y deformado... me refugié en el vicio del tabaco... me tranquilizaba, decía yo... para darme una razón.

Pasé mucho tiempo en las calles, lleno de amargura, desolado ante una vida sin sentido, el tiempo, ese que todo lo borra como dicen, sólo agravaba mi desgracia... me hice viejo... tosco y reservado

Esa misma lástima motivó a algunas almas caritativas a ofrecerme un lugar donde estar... una pobre vecindad cercana a un callejón... cuando me preguntaron por mi nombre... dije llamarme... Remigio...

Y así, cada mañana, salía yo al portón de la vecindad, sentado en un banquito viejo de madera remendada y un tacín de plata a cantar acompañado por mi viejo acordeón, cargado de recuerdos, tristezas y desolación...

Hasta que aquel niño, vecino sin duda de aquel lugar, llegó a acompañarme día tras día, ofreciéndome con su inocencia, un pequeño oásis de tranquilidad. Recordé con absoluta nostalgia, aquel verso dedicado a mí hace tantos años... y apropiándome de él, se lo dediqué a mi querido amiguito una tarde que volvía él de su escuela...

Sentado a la par mía... me escucho cantarle así:

"En estas tinieblas que la vida me ha dado,
hay quizá más luz que en los ojos que miran,
es tu presencia la brillantez de mi camino
y la alegría del corazón por haberte hallado".

sábado, 22 de enero de 2011

Licantropía






Siempre intuí que yo era un hombre-lobo, pensé que ser tigre o león sería mejor, quizá un poco majestuoso comparado con esos canes salvajes, pero al sentir en mis venas el furor de una sangre en ebullición al percibir la luna llena en un cielo despejado, desheché cualquier duda al respecto.

Desde que tengo memoria, esas noches de luna habían sido desastrosas para mí, toda mi naturaleza cambiaba, para lo peor, lamentablemente, ya que no conocía mi mal... por no decir mi suerte, tal como ahora la conozco.

Mi familia nunca comprendió lo que me sucedía y fui catalogado de demente, de enfermo mental, de caso perdido, de vil mentiroso y exagerado, de querer llamar la atención, culparon a mi soledad, a mi débil salud, a lo enfermizo de mi ánimo, a un sin fin de razones y motivos, esgrimidos con una patética seguridad que me enfermaba más que esas noches de plenilunio.

El límitado círculo de amigos que llegué a tener fue disminuyendo hasta quedar en nada, luego de algunos episodios desagradables para ellos, los cuales al igual que mi familia, concluyeron que estar alejados de mí era lo más juicioso y correcto. Algunos hasta llegaron a sugerir algún tipo de internación en uno de esos centros mentales llamados manicomios.

Pero ni mi familia, ni esos pocos amigos, ni nadie en realidad, hizo nada más por mí, más que alejarse, olvidándome para siempre y evitando a toda costa el siquiera tenerme en su horizonte visual. Que Dios se apiade de ellos... es lo menos que puedo hacer, cuando los pienso... cuando aún conservo mi humanidad...

Mi comprensión llegó sorpresivamente en un oscuro atardecer, fue cuando conoci a Ivana; vagabundeaba yo por esas calles solitarias y al detenerme en una esquina alumbrada pobremente, la ví salir de aquella tienda de flores donde trabajaba, yo, acostumbrado a que la gente se sintiera molesta de inmediato con mi presencia, decidí alejarme pero sus ojos, esos bellos ojos se posaron en mí sin miedo y de su rostro emergió la más hermosa sonrisa que he visto en mi vida...

Me quedé paralizado ante la sorpresa y un sabroso sentimiento me invadió cuando Ivana comenzó a acercarse a mi.

-Hola, ¿qué haces? ¿Vives por aquí? - Preguntó con una voz suave y firme a la vez.

-Hola... sólo paseo... vivo por aquí y por allá... Hueles rico, a flores - dije más tranquilo.

Ella sonrió y tomó la manga de su blusa, oliéndola, - Si, rosas, margaritas, geranios, muchas flores, es mi trabajo, paso todo el día entre ellas, es un buen trabajo, y tú... ¿trabajas en alguna parte?

-No... no soy bueno en nada, no tengo oficio, sólo vivo, soy un vagabundo - dije mirándola fijamente a los ojos.

-Un vagabundo joven, fuerte y... guapo... -dijo examinándome con su mirada - Me llamo Ivana, ¿tiene el joven vagabundo un nombre propio?

-Ramiro...

-Pues mucho gusto Ramiro - dijo, extendiéndome su blanca mano para estrecharla a la mía. - Te podría pedir el favor de que me acompañases a mi casa, no es lejos, prefiero ir con alguien, ¿Qué dices?

Dudé un poco antes de responder, miré hacia todas partes, la calle vacía, la noche se hacía cada vez más patente y el reflejo de una luna llena aparecía en el horizonte... - Si, te acompañaré, cualquier rumbo me es bueno - respondí al fin.

Y empezamos a caminar, Ivana empezó a contarme sobre su trabajo, sobre su vida en general, el abandono de su padre cuando apenas era una niña, la muerte sorpresiva de la madre hace apenas unos años, un par de relaciones desastrosas con tipos que se aprovecharon de ella, yo, la escuchaba en silencio y a la vez el desasosiego me invadía mientras aquella luna iba emergiendo en toda su gloria en aquel cielo ya oscuro.

Entramos en un parque, solitario y lleno de inmensos árboles. Tomamos una de las muchas veredas que por él se encontraban, Ivana iba animada, su confianza era contagiosa, en un momento tomó mi mano, nos miramos y su sonrisa desapareció por completo... -Ramiro, ¿te sientes mal?

La luz de la luna invadió todo el ambiente, para Ivana era sólo eso, la luz de la luna, para mí, era una lluvia de dardos que inclementes se hundían en mi piel tan profunda y dolorosamente que me hicieron gemir.

Mis sentidos aumentaron su capacidad y mi percepción se hizo abrumadoramente intensa, yo, ya había experimentado esas cosas durante toda mi vida y hasta allí había llegado, pasadas unas horas todo desaparecía y caía yo en una especie de letargo hasta que se repetía todo cada noche durante el período de luna llena, pero esta vez... esta vez era diferente, quizá por la presencia de Ivana, quizá por el lugar... no lo sé...

Mil aromas inundaron mi olfato, mil ruidos saturaron mis oídos, colores nunca vistos aparecieron ante mis ojos, podía gustar el aire, el asombro de Ivana, su confusión, mi piel vibraba... de mi garganta emergían sonidos extraños, cada hueso, cada músculo, cada coyuntura, cada nervio de mi cuerpo se enloquecía, y adoptaba nuevas formas... no pude sostenerme más y caí al suelo... Ivana, parada allí, como una estatua, soportó aquella experiencia... la sentía tensa pero no aterrada... eso la salvó...

Abrí mis ojos... me incorporé... me sentía liviano, fuerte, elástico...ahh Ivana!... sabía que era Ivana... pero su aroma ya no era de flores... era de hembra... era de deseo... mío o de ella, no lo sé, pero era de deseo intenso... de posesión ardiente... urgida... arrolladora... cuando traté de hablarle, de mí sólo emergió un ronco gruñido sofocado y salvaje... ella cerró sus ojos, mansa y tranquila, comprendió que aquel era sin duda su último día sobre este planeta, que aquel vagabundo joven, fuerte y guapo sería su verdugo final, que se había equivocado una vez más...

Su palpitación era música, su piel blanca casi transparente me permitía observar su sangre roja, viajando velozmente por sus venas y arterias, su respiración... todo en ella me excitaba... era una hembra... mi hembra... la olorosa... en un momento la apresé en mis brazos, le destrozé la ropa, llevándome pedazos de su carne y la hice mía salvajemente... ella no emitió ningún sonido, ni una queja, ni un sollozo... eso la salvó...

La dejé allí... viva... inerme y desmayada... pero viva.

Otros aromas, otros sonidos, otros colores llamaban mi atención... Mi conciencia era apenas un minúsculo resplandor en aquella orgía tenebrosa colmada de luz de luna... Sabía que era Ramiro... y sabía también que era un lobo... y me gustó saberlo...

Ivana... no te olvidaré... ahora... me concentro... aspiro el aire nocturno profundamente... identifico... no están lejos... que Dios se apiade de ellos...

viernes, 21 de enero de 2011

Pesadilla





Desperté sin despertar sintiendo la ansiedad y el temor que embargan al que es perseguido, la sofocación de la huída, la desesperación por buscar una salida, un escondite, una defensa que no aparecía, mientras aquel peligro inaudito y reptante se acercaba más y más con una clara intención malévola, en aquella carrera desesperada me sentía a cada momento más pesado, como si el tiempo y el espacio se hicieran pegajosos, espesos, casi sólidos e impidieran mi desbocada velocidad, al tiempo que mis sentidos se agudizaban haciéndome percibir el peligro aumentado a una salvaje intensidad.

Crispados los nervios, el cuerpo tenso, el rostro desencajado, los ojos desorbitados, la respiración ahogada, deseaba gritar sin poder hacerlo, lo que me perseguía poseía todo el poder, toda la fuerza, todo el valor que a mí me iba faltando en cada paso que trataba de dar, me sentía consumido, triturado, aplastado, abrazado por mil tentáculos, atravesado por mil lanzas, podía casi sentir la frialdad del contacto, una frialdad húmeda, resbalosa, putrefacta que sin siquiera llegar a mí totalmente, ya me estaba convirtiendo en aquello tan horripilante que mi mente no acababa de entender pero que me sometía a un horror efervescente.

Trataba de concentrarme en hallar un refugio, un asidero liberador, un poco de luz... Pero nada había, nada encontraba y aquella cosa que me perseguía se acercaba a cada momento al punto que mi desesperación se tornó en intensa locura.

Fue allí, en ese momento de absoluto horror, cuando hice lo impensable... me dí la vuelta y me ví cara a cara con aquello que me estaba dando alcance...

A mis espaldas, sólo tenía un gran espejo y lo único allí reflejado era mi propia imagen.

domingo, 16 de enero de 2011

Nacer y Morir




Del elixir de este nuestro amor
bebemos extasiados
entretejiendo nuestros sueños,
volando por el mutuo deseo.

Y nacemos cada día, como el sol
bajo la promesa de un sólo beso.
Y morimos cada día, como el sol
ante la tortura de la espera.

El nadir y el cenit nos son comunes,
alegría y tristeza por igual,
llenando el vacío de unas manos
con las propias, en un esfuerzo de amar.

El arriba y el abajo, de un camino
tortuoso y lleno de obstáculos
donde entre espinas y flores
llenos de esperanza, avanzamos.

La risa y el llanto nos abrazan,
entre el querer y el desear
nuestras almas se dilatan,
se expanden y nos alcanzan.

Lágrima y sonrisa por doquier
abruman los espacios del pensamiento
cuando la soledad invade y
cuando nos acompañamos en silencio.

Ante el impulso de la entrega
nos inunda tanto el frío como el calor
el corazón se vuelca sobre sí mismo
volviendo de nuevo a nacer y a morir.

sábado, 15 de enero de 2011

Eternidad







Cómo definir el tiempo que se sufre...
aquel donde cada lágrima duele
aquel donde cada suspiro razga
al corazón abriéndolo por la mitad...

Cómo medir el paso de aquellos momentos...
en que la soledad aprisiona el alma,
enclaustrándola en una isla desierta
donde ni siquiera es visible un horizonte...

Qué nombre se le da al tormento...
a ese castigo indecible de soportar
minuto tras minuto la brutal realidad
de la pena ahogada, de la herida abierta...

Tiempo de sufrir... y de ser sufrido...
De llorar en silencio, desde muy adentro,
cuando los latidos son una sinfonía
al dolor y la tristeza, al ansia de ver el sol.

Cúal es el nombre de ese tiempo
en el que dejamos al cuerpo vacío
al espíritu en blanco, a la memoria yerta...
Sólo hay un nombre... uno sólo: Eternidad.

domingo, 9 de enero de 2011

Un Sentimiento





Qué es un sentimiento, sino un abandono,
un salir de uno mismo y volar hacia otro,
es buscar lo que no tenemos y necesitamos
es gozar de lo ajeno y hacerlo sólo nuestro.

Es también una mezcla de realidad y fantasía,
en que ponemos la visión que nos altera
el entender los límites y las lógicas
a veces sin comprender por ello los resultados.

Es una entrega que pide a cambio una cosa:
tiempo, dedicación, comprensión e interés,
todos juntos formando un solo
que abraza al corazón y a la vida entera.

Tiempo para compartir, para ser sentido,
para unir en el espacio dos amaneceres,
riendo, soñando, pensando, queriendo...
tiempo para tener tiempo de amar.

Dedicación para hacer crecer las flores
de ese jardín que de una sóla semilla
sembrada en misterioso terreno
se ara con cuatro manos y dos miradas.

Comprensión para entendernos
cuando el camino del querer
pierde derechura y hace a veces
que extraviemos ese rumbo que da vida.

Interés en aquellas cosas nuestras
que a pesar de ser problemas y defectos
el amor los troca por virtudes,
que nos dan derecho a vivir lo hermoso.

Y en el abandono que es el sentimiento
hallamos lo mejor de nosotros mismos
descubrimos que lo que recibimos
es igual a lo que damos... siempre amor.

lunes, 3 de enero de 2011

Año Nuevo, Vida Nueva




Esa es la idea, o la costumbre de decir cada final de año.

Pero ¿es realmente algo práctico el sentido que esa frase tiene o es un eco vacío, una repetición sin esencia que decimos como loros amaestrados... ?

Nuevos proyectos, nuevos derroteros, nuevas metas, nuevas perspectivas, nuevos sueños... siempre que se nos abre un nuevo año: doce meses que vienen en blanco para colmarlos de las mejores cosas, de las mejores intenciones, de las mejores decisiones... ¿es eso lo que hacemos?

¿Quedarán todas aquellas cosas negativas, que son parte de nuestro ser, en ese último minuto del año que se acaba? ¿Las culpas, los malos procederes, las equivocaciones, las consecuencias de nuestros errores, los defectos, los abusos, el mal carácter... terminan con el año que se va?

¿Lo malintencionado, lo descuidado, lo amargo, lo incompresivo, lo injusto, lo cruel, que podemos llegar a ser, desaparecen junto con ese año que dice adiós?

Año nuevo, vida nueva... ¿A qué vida nos referimos?

Mejorar... en todo el ámbito posible, en el personal por supuesto, el ganar más dinero, el vernos más atractivos, el sentirnos más saludables, el conseguir el elogio y por que no... la envidia ajena y ser reconocidos por esos logros personales... ¿a esa vida nos referimos?

Pero... ¿qué hay de la vida que no es la nuestra?

En este año que comienza...

¿Seremos acaso más pacientes con los que generan nuestra impaciencia?

¿Seremos más cordiales con aquellos que han sufrido nuestro mal proceder?

¿Seremos más justos con aquellos que en algún momento cruzaron nuestro límite?

¿Seremos más honestos con aquellos a los que hemos engañado?

¿Daremos nuestra sonrisa franca a aquellos que vieron nuestra seriedad?

¿Conseguiremos la confianza de aquellos que traicionamos?

¿Veremos a las personas por lo que son y no por lo que aparentan?

¿Cultivaremos el buen trato, la amabilidad y la dignidad a otro nivel en este nuevo año?

Año nuevo, vida nueva... nada cuesta hacerlo realidad.