¿Es la última hora de la vida
más dolorosa acaso que la primera?
O... ¿es que hay más de una
de ellas en la vida humana?
Las últimas horas quizá se repitan,
cuando la angustia llega,
cuando la soledad se asienta,
cuando el dolor invade...
La última hora de un deseo no realizado...
la última hora de una esperanza frustrada...
la última hora de un amor que naufraga...
la última hora de proyecto cancelado...
Duelen, hieren, queman, lastiman...
esas últimas horas llenas de llanto,
tan llenas de sufrimiento, de pena...
que transforman nuestra existencia.
Y sólo el paso de las horas del tiempo,
lavarán a nuestro corazón, sanándolo
de las heridas que aquellas últimas horas
dejaron en él, en nuestra alma.
Dando paso a las primeras horas...
en las que el dolor sin dejar de serlo
se muta en aceptación y serenidad,
en dolor vacío, en dolor enterrado.
Ese recuerdo de las últimas horas
cubre el vivir de las primeras...
quedando nosotros en el limbo
del querer haber sido y el somos.
Se apilan en nuestra memoria,
no se van jamás, marcan su huella,
indeleble, a fuego vivo, con dureza...
y nos convierten en otra persona.
En errantes en busca de lo que faltó,
en cuidadosos para no vivir de nuevo
el dolor, que se sumaría al dolor...
En parte permanente de la última hora.