Mis dedos... capaces son de apreciar
la delicadeza de tu piel, su textura...
suave, pareja, homogénea;
tibia, palpitante de vida... femenina.
Pero tu delicadeza va más allá
del simple tacto, del simple toque
de unos dedos que afanosos se pierden
en la inmensidad de ella.
Tu delicadeza se siente, si, se percibe...
se saborea, es envolvente, es suprema;
trastoca mi resistencia, atrapa mis antojos,
sucumbo a su encanto, me esclaviza.
Se muestra en tu voz, en tu acento,
en tu mirada profunda, en tus gestos...
en tu porte, en tu silueta, en tus pasos,
en tu risa y en tu llanto... y conquista.
Quedo prendido a ella, sin remedio,
deseando ahogarme en su profundidad,
atrapado felizmente sin buscar escape,
alegre de las cadenas que me aprisionan.
Toda tú eres delicadeza, perfección,
ternura, afabilidad, exquisitez, benignidad,
toda tú y sin quererlo, me condenas
una y otra vez a caer rendido ante ti.
De pies a cabeza, de principio a fin,
desde el primer día hasta la última noche,
en el primer te quiero y el postrer te amo
estoy fundido en la eternidad de tu delicadeza.