Allí donde tú te encuentres, es donde quiero hacer florecer la llama brillante del amor, dejar en tu tierra, la semilla pujante de la vida, la fuerza salvaje del destino, la ambición de una suerte inaudita, el reposo de la satisfacción conseguida. Quiero cosechar tus sonrisas y en forma de caricias adornar tu futuro; voy a emerger de tu pasión de manera triunfante y en tu cima gritarle al mundo que seremos para siempre. Que por cada gota de sudor derramada, por cada susurro de anhelo perdido, por cada dolor de plañidero suspiro habrá por siempre un triunfo, una música, un aroma, un sentimiento que por encima de nosotros mismos se hará patente y será nuestro recuerdo. Es la misión del amor, es la meta del deseo, es la ley de la vida, es aquello llamado destino que se disfraza de hermosura, de insinuante invitación, de voz ronca, de cuerpo acariciable, de goces supremos, pero que conduce al meritorio final de la creación constante y hermosa, y hoy... tú y somos partícipes de esa inercia de milenios, de la pujanza natural de nuestra especie.