miércoles, 1 de diciembre de 2010

En el Sendero de la Incertidumbre





... Un triste corazón iba cabizbajo por el sendero de la incertidumbre... Al pasar por debajo de un oscuro árbol, este que no era tan solidario, sintió algo que le hizo dirigir la palabra a aquel desdichado caminante: -Ea Corazón!... ¿qué os pasa? El corazón aquel, trémulo y visiblemente abatido, respondió con voz apagada: -Todo pasa, nada pasa y estoy perdido... El árbol, extrañado ante una respuesta que parecía más bien un acertijo replicó: -Se claro viajero, si andaís triste y derrotado, dime la causa... El lastimado respondió entonces, sin ver hacia el que inquiría: ¿Acaso un corazón no tiene claridad? ¿Es acaso desconocida la causa que hace a un corazón estar triste y derrotado?... El árbol, ante aquellas interrogaciones, cavila por un momento, recuerda que por el sendero de la incertidumbre no pasan más que corazones, todos ellos apagados, melancólicos, todos arrastran una pena, un dolor, que pareciera ser, no de ellos y tan de ellos al mismo tiempo. El árbol, en cuyo cuerpo no hay sangre sino savia, no comprende aquella razón y re-plantea al corazón su inquietud de esta manera: -Dime corazón, de una manera vegetal, que a mi comprensión sea exacta, ¿cuál es esa conocida razón que hace a los corazones caminar desolados por este sendero de la incertidumbre? Y aquel corazón, levanta su mirada hacia el árbol y responde: -Nada hay que aclarar, la causa de caminar por este sendero oscuro y solitario, es el abandono, el olvido, el desamor que de un corazón hace otro con o sin intención. Aquel con el que yo palpitaba al unísono, aquel con el que yo latía a un mismo ritmo, aquel que como yo se desbordaba de alegría al sentir la mutua compañía... me ha abandonado, me ha olvidado, me ha dejado solo... Y por ello, camino por el sendero de la incertidumbre... porque todo pasa, nada pasa y estoy perdido. El corazón baja de nuevo la mirada al duro suelo y continua la marcha, suspirando profundamente y dejando gotitas de sangre en el camino, el árbol queda tratando de asimilar aquello que se le ha dicho, pero un ser sin corazón nunca entendería el sufrimiento de la soledad impuesta, nacida del final del amor.

Y el gélido viento que ulula en el páramo de la soledad, trae consigo, cual melodía lastimosa, un poema que aquel corazón oye casi sin escuchar, pero que siente muy profundamente:

Vaga triste corazón, en silencio sufre...
la pena y la tristeza de saberte abandonado,
de sentir que la emoción ha terminado,
que es ahora la desazón la que te nutre.

No hay cielos que cobijen tu amargura...
la felicidad ahora te subyuga y te aprieta
has perdido el camino, has perdido la meta
no existe ya la paz, no existe la hermosura.

Que tus lágrimas laven ahora el sufrimiento
que te embarga y te enloquece
deja que crezca la pena que florece
y abandónate en las ruinas del sentimiento.

Y con los ecos de este corto poema, aquel corazón arrasado, se pierde en la distancia, en las angosturas de aquel sendero de la incertidumbre. No será el último, ya que en la incertidumbre es donde transitan y se mantienen la mayoría de los corazones.