Oye Lucía, y ¿este vestido? - Preguntó Jaime con áspera voz.
Ella que estaba terminando de secarse el cabello, sentada frente a su espejo, no le escuchó por el ruido de la secadora.
Jaime tomó el vestido y se plantó frente a ella, cuando los ojos de Lucía se cruzaron con los de jaime, este le aventó el vestido sobre sus piernas y le repitió la pregunta en forma más brusca: -Te pregunté que ¿qué diablos es este vestido?
Ella apagó la secadora, - Jaime ¿qué te pasa? - preguntó ella, sorprendida.
Jaime se pusó rojo, no era la primera vez que encontraba vestidos asi en el guardarropa de su esposa, vestidos que él no le había comprado, pero este era el más fino que había hallado y quería respuestas, desde que Lucía había empezado a trabajar, la veía rara, como ocultandole algo y eso le molestaba demasiado... era la hora de aclarar las cosas.
- Te lo voy a repetir por útima vez, Lucía, ¿de dónde salió este vestido? - Esta vez el tono de su voz era fuerte y violento.
-Jaime, lo compré hace dos días, en la tienda de ropa, ¿por qué? - respondió ella con voz quebrada.
¿Asi?... y... ¿Por qué no me lo habías enseñado?... y los otros.. ¿También los compraste en la tienda de ropa? - Su tono fue sarcástico.
¿Los otros? - preguntó ella, tímidamente.
Si - grito Jaime... Los otros malditos vestidos que tienes escondidos en el guardarropa... Son varios, ¿Crees que no los había visto?... Lucía, dime, Lucía, ¿Para qué y por qué están esos vestidos aquí? -
-Jaime, no comprendo... ¿Por qué estas tan alterado?... Esos vestidos los he comprado yo, los necesito para mi trabajo, tengo que vestirme bien, estar presentable, es un banco Jaime, por Dios, no voy a ir a ese lugar como me visto para ir de compras.- respondió ella calmándolo.
Jaime se mordía la lengua... No creía eso de que "-Yo compré esos vestidos"- algo le decía que aquello escondía otra cosa, y cuando a él se le venía una idea así, es porque era verdad.
-Dime- dijo, volviéndose hacia la ventana del apartamento- ¿tienes los recibos de compra?
-No, no los tengo- dijo ella. -Jaime, ¿qué tienes?... ¿A qué viene todo esto?... Es tarde, tengo que apresurarme sino llegaré tarde... mira, mi amor, no tengo tiempo de hablar contigo en este momento, alcaramos las cosas cuando vuelva... ¿si?- Lucía se acercó amorosamente a su marido, que se apoyaba con ambos brazos al marco de la ventana... mirando al suelo, respirando ahogadamente...
Ella le dio un beso en el cuello... volvió a su espejo, terminó de peinarse, se dio un toque de maquillaje, se pusó sus medias, el vestido, se calzó los zapatos, tomó su bolso y salió del apartamento... ya en la puerta a punto de salir... vio a su marido que no se había movido un milímetro...
-Jaime... hablamos cuando regrese... ¿si?... por favor. - su voz sonaba suplicante.
La puerta se cerró... y Jaime quedó solo en la habitación... Le temblaba el cuerpo, se sentía muy mal, tenía ganas de gritar, de romper algo... pensaba y pensaba...
"Lucía... he sido un buen esposo... lo sé, te he dado todo lo que has querido, hasta donde me ha sido posible, yo sé que tu deseo de ser madre no ha podido realizarse y sé que el doctor estúpido ese, dijo que era yo el del problema, pero tú y yo sabemos que no es posible, sé que perdí mi trabajo hace poco y que tuviste que empezar a trabajar en ese banco, pero tú sabes que no es mi culpa que ahora esté desempleado, tengo mi orgullo y el hijo del director te miraba de una manera que no podía tolerarlo, por eso le partí la cara... sé que te sientes lejos de tu familia, que te hace falta ver a tus padres y a tu hermano, pero ya sabes, ellos su vida y nosotros la nuestra, tu madre siempre entrometiéndose, aconsejándote en mi contra, nunca lo escuché pero sospechaba, y tú sabes que cuando sospecho es porque es verdad, tu padre, un inepto, lo siento, es tu padre pero ya ves... siempre tildándome de borracho e irresponsable, él no sabe nada de mi, de mis problemas, de mi manera de ser, no es mi padre, no tiene nada que decirme, por eso fue que aquella vez estuve a punto de golpearlo, fue cuando intervino tu hermano, ese tarado señorito que siempre ha tenido todo en las manos, se atrevió a insultarme y tú sabes que a mi nadie me grita en la cara, por eso le dí su merecido, y encima de que yo había sido la víctima, todavía querían que pagara el hospital, no señor, él se lo buscó... Lucía, sólo tú me quieres, sólo tú me comprendes, no quiero perderte... no quiero, NO!... Lo de la maestra del gimnasio fue algo que pasó y ya... tú lo comprendiste... uno es hombre y la carne es débil... me perdonaste... claro que no era la primera vez... lo de Carmen la esposa del ingeniero fue por las copas, tú sabes, uno borracho comete errores, y aquello con Sofía pues... eran cosas del pasado, novia de juventud que no había visto en años y además fue ella la que me sedujo.. eso te lo expliqué muchas veces y me perdonaste... eres un ángel... siempre buena conmigo... me recuerdas a mi madre en algunas ocasiones, papá... bueno, mi padrastro llegaba borracho y le pegaba, le gritaba, le arrancaba sus cabellos... y ella siempre callada, sumisa, una buena madre ella... yo sé que en algunas ocasiones te he puesto la mano encima mi Lucía, pero no como lo hacía mi padrastro, no... además yo tengo mis razones, tú sabes que me gusta ser atendido, mi ropa limpia, mi comida bien hecha, y luego con estos dolores de cabeza que me dan... el ruido, Lucía me vuelve loco... y a veces me he puesto de nervios con tus cosas y no queda alternativa. En el sexo no te he fallado... he venido borracho y te he cumplido, y eso no lo hace cualquiera... lo que dice el doctor es idiota, esa patada que me dio mi padrastro cuando era yo un muchacho no creo que me haya afectado. Por favor Lucía no quiero seguir pensando en esos vestidos... yo sé que a alguno de esos maricas que trabajan contigo le gustas... lo huelo, lo siento, lo sé... te están proponiéndo cosas y tú las estas aceptando... lo sé... este dolor de cabeza es tu culpa, maldita sea... Además, te recuerdo que aunque no estemos casados, el compromiso es igual, hasta que la muerte nos separe... Y no me voy a casar, para no darle gusto a la bruja de tu madre... vieja alcahueta... en mi casa decido yo, yo y nadie más que yo... Estas rara Lucía... muy rara... esos vestidos, esas medias, esos zapatos... ese bolso... tanto cuidado con el pelo, con el maquillaje... ¿Para qué te maquillas?... seguro que para coquetear... para verte bonita con el que te regaló los vestidos... maldita sea... Pero de mí no se burla nadie... Me dejaste solo, me abandonaste... No vas a volver... lo sé... y tú, Lucía eres mía y nada más que mía... Una mujer es de su hombre... así decía mi padrastro, así lo dicen mis hermanos y así lo digo yo... porque asi es como debe ser... Ya te dije, Lucía... hasta que la muerte nos separe..."
Las venas de las sienes de Jaime estaban hinchadas. Se dirigió al baño. De detrás del depósito de agua del sanitario, sacó una caja de zapatos, la abrió y sacó de adentro una pistola y varias balas que allí guardaba. Colocó las balas en la recámara del arma, le puso el seguro y se la calzó en la cintura. Se dirigió al lavabo, abrió la llave del agua fría y se empapó la cara... se vio al espejo...
"Maldita perra, de mi no te burlas"... su pensamiento se hundió en sombras profundas.
En la mañana siguiente, se podía leer en el periódico matutino:
"UNA CAJERA DEL BANCO CENTRAL FUE MUERTA DE DOS BALAZOS, LA TARDE DE AYER, POR EL QUE PARECE ERA SU COMPAÑERO DE VIDA. EL INDIVIDUO FUE ACRIBILLADO POR LA POLICIA LUEGO DE HABER ABIERTO FUEGO CONTRA LOS SERVIDORES PUBLICOS. YA SE HA ABIERTO LA INVESTIGACION PARA DETERMINAR LAS CAUSAS DE ESTA TRAGEDIA APARENTEMENTE DE RAZGOS PASIONALES."
Una nota más, una nota común en los diarios de cualquier país... Un drama privado que se hace público sólo hasta que ya no hay marcha atrás.
¿Hasta cuando?
Un poeta no debe contentarse con contar las maravillas de la tierra; también en el cielo hay algo que admirar. Galileo Galilei.
martes, 28 de abril de 2009
lunes, 27 de abril de 2009
Amor de Estudiante
Verónica me encantaba... Como había cambiado.
Era realmente hermosa, vivaz, inteligente, muy sociable, tenía una cantidad de amigos y amigas impresionante, era la chica más popular del colegio. Era hermosa si, tenía unos grandes ojos color miel, un cabello negro, largo y siempre bien cuidado, una voz suave, delicada y su sonrisa era abierta y hasta inocente. Siempre vestía pulcramente, era muy cuidadosa con sus cosas y su persona. Yo estaba encandilado por ella. Tenía la suerte de sentarme muy cerca de su escritorio y a veces, era tanta la atención que le dispensaba que no escuchaba la clase y luego cuando el maestro me escogía para responder a sus preguntas me convertía en el ridículo de la clase por responder incoherencias. A mi no me importaba aquello, porque me sentía pleno con el hecho de poder verla.
Por supuesto que a todo esto, tengo que agregar que Verónica no se daba por enterada, toda mi admiración, mi gusto por ella, mi preferencia por ella, mis pensamientos por ella, eran completamente desconocidos para la chica. Esto es porque yo era el ejecutor perfecto de mi gran defecto: la timidez. No me atrevía ni siquiera a pedirle un lápiz. Pasaba horas planificando una palabra para ella, me imaginaba en grandes diálogos entre risas y bromas, me imaginaba tomándole una de sus manos y acercándome poco a poco a sus labios hasta besarla con suavidad y pasión... pero a la hora de volver a verla, nada ocurría, mi boca se cerraba, mi cuerpo se paralizaba y solo atinaba a bajar la cabeza o a alejarme de su cercanía.
Durante los descansos. Me mantenía vigilándola a una distancia prudencial, mientras los otros chicos se divertían jugando a la pelota o haciéndo mil cosas en los patios. Incluso traté de hablar con sus amigas para acercarme a ella, y hasta en eso fracasé al no poder articular con propiedad el mensaje que deseaba dar, causaba una impresión patética en las chicas que terminaban riéndose y dándo la media vuelta... y yo... quedaba mudo, maldiciéndome con todo mi corazón.
De vuelta en casa, recapitulaba todo el día, claro que en mi mente todo cambiaba, era yo el poseedor de una capacidad de comunicación de primer órden, las chicas caían rendidas a mi carisma y obedientes iban por Verónica que llegaba ante mi, con su sonrisa abierta y hasta inocente y quedaba prendada inmediatamente de mi... Soñaba con eso de mil maneras, soñaba despierto, dormido, en las tardes, por las noches, a toda hora...
Estaba enamorado y no me daba cuenta. De lo que si me daba cuenta era de mi terrible suerte. Pero no era capaz de entender que era mi manera de ser la que me obstruía el camino. La culpa era del tiempo, del maestro, de las amigas, pero nunca mía. Simplemente era mala suerte. Los cielos, los dioses, la suerte, estaban contra mi... y lloraba, al salir de mis sueños de grandeza... lloraba, en la soledad de mi habitación...
Por eso, cuando me enteré que Raúl, el chico deportista, se hizo novio de Verónica, creí que en realidad me moría. Me enteré por mi mismo... un día, a la hora del descanso, me apostaba en mi lugar de vigilancia cuando me di cuenta que Verónica no estaba con sus amigas de siempre, pero tampoco estaba sola... Raúl estaba con ella, sentado a la par de ella, y platicaban con interés, ella reía, él reía... yo me sentía desolado, triste, minimizado... pero aun faltaba lo peor... en un momento... la mano de Raúl se deslizó lentamente hasta tomar la mano de Verónica... yo me quedé sin respiración, ni siquiera parpadeaba al observar aquello... tomó su mano, y apretándola la atrajó hacia él, quedando ambos muy cerca y luego... oh fatalidad!... oh suerte maligna... se besaron... si... se besaron frente a todo el mundo... pero a nadie en el mundo le importaba... solo a mi... ese beso fue un baño de agua helada en mi espalda... fue un bofetón inmisericorde en plena cara... fue un insulto... fue...fue... el final.
Esa tarde, salí llorando del colegio, llegué llorando a casa y me la pasé llorando hasta que me dormí.
Raúl era un idiota... lo único que sabía hacer era pegarle a la pelota y hacer goles. Nunca sacaba buenas calificaciones, ni siquiera podía leer correctamente. Bueno, no tenía acné como yo, era más alto y más fuerte. Pero y eso qué?... Yo la quería, la amaba, la apreciaba... moría por ella y por qué no se dio cuenta?... En mi locura, en mis sueños, empezé a meter goles... y Verónica gritaba de emoción cuando mi balazo perforaba la valla contraria con todo y portero... luego despertaba y empezaba a llorar...
A los pocos días, Verónica andaba tomada de la mano con Sergio... el otro goleador... y Raúl? Este andaba jugando con los demás como si nada... Y luego de varios días más... de la mano con Julio... y luego con Oscar... y con Eduardo... Verla con Sergio, con Julio y con Oscar me hizo llorar y patalear de la misma manera que con raúl... Pero con Eduardo.... Eduardo estaba gordo... enano... feo... si bien es cierto que su papá lo llegaba a recoger todos los días en un Mercedes diferente, decía tener una hacienda con caballos y todo eso... y siempre tenía billetes en su bolsa... Lo ví comprándole a Verónica muchas cositas en la tienda del colegio... y ella dispensándole su enorme sonrisa al gordo...
Este día fue de mucho pensar para mi... Raúl, Sergio, Julio y Oscar... unos idiotas, altos, fuertes, goleadores, de ojos claros y pelo cuidado... fueron abandonados por Verónica por Eduardo, gordo, enano, feo... que tenía este imbécil que no tuvieran los otros? Y qué tenían aquellos que no tuviera yo? Claro... los primeros guapura... el otro, dinero... y yo, pobre estúpido, no tenía ni lo uno, ni lo otro...
Despues de un tiempo... Verónica volvió a estar sola... y me refiero a sola de verdad... ni con los idiotas guapos y ricos, ni con las amigas que antes la rodeaban... Raúl andaba con Sonia... Sergio con Irma, Julio con Hortencia, Oscar con Lulú y Eduardo, solo... con sus bolsas de papitas saladas... Tenía la gran oportunidad en mis manos... Volví a vigilar a Verónica, pero lo que ví ahora en ella era diferente... Sus ojos grandes y color de miel... estaban serios... vacíos... sin luz... Su sonrisa se había esfumado... su gracia, su porte... se había disminuído... en realidad, no la veía tan singular y especial como hasta hace poco la había visto... Era la misma Verónica de siempre.... entonces qué?
Por supuesto que después de varios días, me dí cuenta que no me gustaba... me sentía liberado de aquella terrible opresión en mi corazón... No me importaba donde estuviese o que hacía... ella era la misma, yo era el mismo, pero algo había cambiado... y me alegraba que así fuera... sea lo que fuere.
Fue entonces... cuando mis ojos se fijaron en Betty... Como había cambiado....
Era realmente hermosa, vivaz, inteligente, muy sociable, tenía una cantidad de amigos y amigas impresionante, era la chica más popular del colegio. Era hermosa si, tenía unos grandes ojos color miel, un cabello negro, largo y siempre bien cuidado, una voz suave, delicada y su sonrisa era abierta y hasta inocente. Siempre vestía pulcramente, era muy cuidadosa con sus cosas y su persona. Yo estaba encandilado por ella. Tenía la suerte de sentarme muy cerca de su escritorio y a veces, era tanta la atención que le dispensaba que no escuchaba la clase y luego cuando el maestro me escogía para responder a sus preguntas me convertía en el ridículo de la clase por responder incoherencias. A mi no me importaba aquello, porque me sentía pleno con el hecho de poder verla.
Por supuesto que a todo esto, tengo que agregar que Verónica no se daba por enterada, toda mi admiración, mi gusto por ella, mi preferencia por ella, mis pensamientos por ella, eran completamente desconocidos para la chica. Esto es porque yo era el ejecutor perfecto de mi gran defecto: la timidez. No me atrevía ni siquiera a pedirle un lápiz. Pasaba horas planificando una palabra para ella, me imaginaba en grandes diálogos entre risas y bromas, me imaginaba tomándole una de sus manos y acercándome poco a poco a sus labios hasta besarla con suavidad y pasión... pero a la hora de volver a verla, nada ocurría, mi boca se cerraba, mi cuerpo se paralizaba y solo atinaba a bajar la cabeza o a alejarme de su cercanía.
Durante los descansos. Me mantenía vigilándola a una distancia prudencial, mientras los otros chicos se divertían jugando a la pelota o haciéndo mil cosas en los patios. Incluso traté de hablar con sus amigas para acercarme a ella, y hasta en eso fracasé al no poder articular con propiedad el mensaje que deseaba dar, causaba una impresión patética en las chicas que terminaban riéndose y dándo la media vuelta... y yo... quedaba mudo, maldiciéndome con todo mi corazón.
De vuelta en casa, recapitulaba todo el día, claro que en mi mente todo cambiaba, era yo el poseedor de una capacidad de comunicación de primer órden, las chicas caían rendidas a mi carisma y obedientes iban por Verónica que llegaba ante mi, con su sonrisa abierta y hasta inocente y quedaba prendada inmediatamente de mi... Soñaba con eso de mil maneras, soñaba despierto, dormido, en las tardes, por las noches, a toda hora...
Estaba enamorado y no me daba cuenta. De lo que si me daba cuenta era de mi terrible suerte. Pero no era capaz de entender que era mi manera de ser la que me obstruía el camino. La culpa era del tiempo, del maestro, de las amigas, pero nunca mía. Simplemente era mala suerte. Los cielos, los dioses, la suerte, estaban contra mi... y lloraba, al salir de mis sueños de grandeza... lloraba, en la soledad de mi habitación...
Por eso, cuando me enteré que Raúl, el chico deportista, se hizo novio de Verónica, creí que en realidad me moría. Me enteré por mi mismo... un día, a la hora del descanso, me apostaba en mi lugar de vigilancia cuando me di cuenta que Verónica no estaba con sus amigas de siempre, pero tampoco estaba sola... Raúl estaba con ella, sentado a la par de ella, y platicaban con interés, ella reía, él reía... yo me sentía desolado, triste, minimizado... pero aun faltaba lo peor... en un momento... la mano de Raúl se deslizó lentamente hasta tomar la mano de Verónica... yo me quedé sin respiración, ni siquiera parpadeaba al observar aquello... tomó su mano, y apretándola la atrajó hacia él, quedando ambos muy cerca y luego... oh fatalidad!... oh suerte maligna... se besaron... si... se besaron frente a todo el mundo... pero a nadie en el mundo le importaba... solo a mi... ese beso fue un baño de agua helada en mi espalda... fue un bofetón inmisericorde en plena cara... fue un insulto... fue...fue... el final.
Esa tarde, salí llorando del colegio, llegué llorando a casa y me la pasé llorando hasta que me dormí.
Raúl era un idiota... lo único que sabía hacer era pegarle a la pelota y hacer goles. Nunca sacaba buenas calificaciones, ni siquiera podía leer correctamente. Bueno, no tenía acné como yo, era más alto y más fuerte. Pero y eso qué?... Yo la quería, la amaba, la apreciaba... moría por ella y por qué no se dio cuenta?... En mi locura, en mis sueños, empezé a meter goles... y Verónica gritaba de emoción cuando mi balazo perforaba la valla contraria con todo y portero... luego despertaba y empezaba a llorar...
A los pocos días, Verónica andaba tomada de la mano con Sergio... el otro goleador... y Raúl? Este andaba jugando con los demás como si nada... Y luego de varios días más... de la mano con Julio... y luego con Oscar... y con Eduardo... Verla con Sergio, con Julio y con Oscar me hizo llorar y patalear de la misma manera que con raúl... Pero con Eduardo.... Eduardo estaba gordo... enano... feo... si bien es cierto que su papá lo llegaba a recoger todos los días en un Mercedes diferente, decía tener una hacienda con caballos y todo eso... y siempre tenía billetes en su bolsa... Lo ví comprándole a Verónica muchas cositas en la tienda del colegio... y ella dispensándole su enorme sonrisa al gordo...
Este día fue de mucho pensar para mi... Raúl, Sergio, Julio y Oscar... unos idiotas, altos, fuertes, goleadores, de ojos claros y pelo cuidado... fueron abandonados por Verónica por Eduardo, gordo, enano, feo... que tenía este imbécil que no tuvieran los otros? Y qué tenían aquellos que no tuviera yo? Claro... los primeros guapura... el otro, dinero... y yo, pobre estúpido, no tenía ni lo uno, ni lo otro...
Despues de un tiempo... Verónica volvió a estar sola... y me refiero a sola de verdad... ni con los idiotas guapos y ricos, ni con las amigas que antes la rodeaban... Raúl andaba con Sonia... Sergio con Irma, Julio con Hortencia, Oscar con Lulú y Eduardo, solo... con sus bolsas de papitas saladas... Tenía la gran oportunidad en mis manos... Volví a vigilar a Verónica, pero lo que ví ahora en ella era diferente... Sus ojos grandes y color de miel... estaban serios... vacíos... sin luz... Su sonrisa se había esfumado... su gracia, su porte... se había disminuído... en realidad, no la veía tan singular y especial como hasta hace poco la había visto... Era la misma Verónica de siempre.... entonces qué?
Por supuesto que después de varios días, me dí cuenta que no me gustaba... me sentía liberado de aquella terrible opresión en mi corazón... No me importaba donde estuviese o que hacía... ella era la misma, yo era el mismo, pero algo había cambiado... y me alegraba que así fuera... sea lo que fuere.
Fue entonces... cuando mis ojos se fijaron en Betty... Como había cambiado....
domingo, 26 de abril de 2009
El Inicio de la Locura
Muchas veces me de dado cuenta que tengo una mente atrofiada... o una mente anormal... la verdad es que mi cerebro no sigue lo que parecen ser las reglas normales de la comprensión... o al menos lo que aparenta ser lo normal... mi mente se enrolla en sí misma por un asuntito que para los demás carece de importancia... una idea da vueltas y revueltas quemándome las neuronas hasta que se secan... las hipótesis sobre mil cosas andan rondando como fantasmas en los resquisios más impenetrables de ese órgano del pensamiento... una palabra escuchada, una palabra leída... inicia una reacción en cadena de mil procesos mentales que parecen no tener fin... y luego vienen las mil y una maneras de aplicar dicha palabra al contexto de la idea que pueda haber aparecido... acción y reacción es una rutinaria tarea de mi pensamiento... el recuerdo se aplica al presente... el presente se convierte en futuro y eso que aun no existe se traslada al pasado... me ubico en diferentes niveles circunstanciales... me veo desde afuera... viajo a través de la galaxia... y todo eso no tiene sentido en algún momento o tiene todo el sentido del universo en el momento que sigue... me trastorno en profundas meditaciones sobre esto o aquello... y entro en eso que según muchos definen como filosofar sobre ideas insustanciales, elementos inmaterializables, sombras metafísicas, sortilegios y encantamientos de la razón, meditaciones que me quitan el sueño, rompecabezas analíticos insolucionables, y aunque razono que lo que razono no es razonable, por alguna enigmática maldición, comprendo que en lo ilógico del asunto reside el entendimiento de lo descabellado, amorfo, retorcido, incomprensible del resultado que a mi juicio se solucionara con poner más empeño y deseo maquiavélico de analisis constante... eso no es normal... la gente no se tuerce la mente con divagaciones esquizofrénicas asi por asi... sufro talvés de una especie de masoquismo mental... el látigo neuronal... el dolor que causa placer... el placer que conlleva a la virtud... la virtud que nos hace santos... la santidad que se ilumina de pureza y la pureza que trae la solución... pero no es ese lógico transmutar de situaciones el que sigue mi pensamiento... aderezo todo el cruel proceso con millones de posibles conjeturas... para algo simple... que otros quizá ni siquiera se molesten en ponerle atención... aun dormido me entrego a cavilaciones insondables... y despierto la mayoría de veces más confundido que cuando concilié el sueño... y de allí empieza otra partida... Manifestaciones humanas, sentimientos, soluciones, problemas, angustias, males, conductas, maneras de ser, vicios, creaciones, dolores, relaciones, experiencias, vivencias, historias, fantasías, resultados, odios, virtudes, mentiras, ensayos, compromisos, holocaustos, amistades, determinaciones, amores, decisiones, proyectos, nacionalidades, leyes, enfermedades, grandezas, olvidos, verdades, sorpresas, y un millón más de cosas que se analizan en conjunto y por separado, entremezclando, categorizando, diluyendo, excluyendo, añadiendo, destruyendo unas con otras... el animal humano me fascina, lo odio y lo amo, lo detesto y lo admiro, lo rechazo y lo llamo, me parece unas veces algo tan simple y digno de no existir mientras por otra parte lo dignifico como lo más perfecto y delicado, por lo que hay que luchar... y me resulta intolerante ser parte de eso... y a la vez tan lógico y natural... vivo en un maremagnum de emociones encontradas que son dictadas por efímeras conclusiones dadas por mi mente... una veces el mundo es cuadrado... robusto... perfecto... otras veces es una masa informe que repugna y asquea... incluso aquello que se llama bondad me parece una simple mentira, un cortina que esconde a la bestia... y la bestia se me hace entonces víctima de su propia naturaleza... indomable y a la vez parte de un sistema que sin él seria un caos... pero el caos es el sistema... y la bestia no es entonces bestia... es un ser pensante... y si es pensante por qué no analiza, por qué no se le enrolla la mente en sí misma por una asuntito que para mi carece de importancia... o no carece de ella? Es que acaso todos tiene la mente atrofiada... o una mente anormal? Es acaso mi caso un escaso modelo de error natural... temporal... incircunsiso de la existencia... apartado de ella... situado en un punto que la evolución nunca tomo en cuenta... o es que ando adelantado en el asunto pensante... una mutación... un salto genético... o un retroceso viviente... tendré que pensar más detalladamente en eso, porque no me cuadra que siendo yo el que analizo a la humanidad por mí mismo, llegue tan rápido a conclusiones tan precisas en tan poco tiempo... o acaso, no lo he pensado, solo imaginé que lo pensaba y alli se concentra el error... mi mente vuelve a quedar en blanco... pero no es el blanco del vacío, de la paz, es el blanco que enceguece, el cruel blanco de la duda, de la pregunta, de la obligación a empezar de nuevo de cero... volver a hacer la pregunta... volver a asir la idea... volver a la palabra escuchada, a la palabra leída... si... iniciar desde el blanco la reacción en cadena de los mil procesos mentales que parecen no tener fin... pero... estaré en realidad pensando... o es que estoy dormido y sueño que pienso... es mejor despertar para pensar en serio... si dejo de pensar... moriré sin llenar el fin de mi existencia.
No Más!... Por Favor
A la duda quemante que mantienes
conjurando males que no existen
y que con dolor siempre revisten
a los pensamientos que sostienes.
Nada diré, ni habrán explicaciones
pierdes tu tiempo y serenidad
pues nada hay en esa vaciedad
que inventas hasta con exageraciones.
Si ya no me amas, no temas decirlo
pero no trates de hacerme el culpable
se, por favor con mi corazón más amable
y déjalo en paz, tranquilo, sin herirlo.
Basta de días de interminables frialdades
que nada he hecho para merecer tu desprecio
no puedo aceptar que este sea el precio
de vivir bajo el yugo de tus falsedades.
Si hundida ha quedado la flor de la ilusión
y todo en nuestro camino no te alegra
ni el recuerdo tan feliz ya se conserva
no sigamos encerrados en tan cruel prisión.
Vivimos ya dentro de una mentira,
inacabable que aplasta el sentimiento
y es mayor cada vez el sufrimiento
de hacer pedazos nuestra vida.
Por eso, si tú no puedes renunciar
deja que yo tome entonces la palabra
acabemos con ésta existencia macabra
cada quien por su lado para olvidar.
De ti guardaré el dulce recuerdo
de aquellos momentos en que el amor,
era el único lazo lleno de fervor
que amparaba nuestras vidas en acuerdo.
Olvidaré la mentira, la malicia,
la perfidia, la insolencia y el abuso
todo ese pensamiento tan obtuso
que trocó en amargura la delicia.
Deseo que encuentre la ternura,
el regocijo, la paz y la miel,
que seas a ese nuevo amor, fiel
y no vuelvas a vivir esta locura.
conjurando males que no existen
y que con dolor siempre revisten
a los pensamientos que sostienes.
Nada diré, ni habrán explicaciones
pierdes tu tiempo y serenidad
pues nada hay en esa vaciedad
que inventas hasta con exageraciones.
Si ya no me amas, no temas decirlo
pero no trates de hacerme el culpable
se, por favor con mi corazón más amable
y déjalo en paz, tranquilo, sin herirlo.
Basta de días de interminables frialdades
que nada he hecho para merecer tu desprecio
no puedo aceptar que este sea el precio
de vivir bajo el yugo de tus falsedades.
Si hundida ha quedado la flor de la ilusión
y todo en nuestro camino no te alegra
ni el recuerdo tan feliz ya se conserva
no sigamos encerrados en tan cruel prisión.
Vivimos ya dentro de una mentira,
inacabable que aplasta el sentimiento
y es mayor cada vez el sufrimiento
de hacer pedazos nuestra vida.
Por eso, si tú no puedes renunciar
deja que yo tome entonces la palabra
acabemos con ésta existencia macabra
cada quien por su lado para olvidar.
De ti guardaré el dulce recuerdo
de aquellos momentos en que el amor,
era el único lazo lleno de fervor
que amparaba nuestras vidas en acuerdo.
Olvidaré la mentira, la malicia,
la perfidia, la insolencia y el abuso
todo ese pensamiento tan obtuso
que trocó en amargura la delicia.
Deseo que encuentre la ternura,
el regocijo, la paz y la miel,
que seas a ese nuevo amor, fiel
y no vuelvas a vivir esta locura.
Circunferencia
De la nada he venido,
a la nada regresaré
sea vencedor o vencido
siempre retornaré.
Atomo de energía,
perdido en soledades
nacido en alegría
muerto en penalidades.
El gran círculo de la vida
que gobierna mi destino
será siempre el que mida
cada paso de mi camino.
No me preocupa lo vivido,
mucho menos mi futuro...
puesto que siempre ha sido
divinamente oscuro.
En la negrura no hay recuerdo,
no hay sonido, no hay conciencia,
no hay deseo, nada está abierto
no hay error, ni hay inteligencia.
Empezaré de nuevo cada vez,
y el final será otro comienzo
diferente quizá, igual talvéz,
ni es importante si lo pienso.
No me es importante lo que soy,
porque dejaré de serlo de nuevo...
al igual que el lugar a donde voy
lo que tengo, que dejo, que llevo.
Bajo diferentes cielos y tiempos,
lleno de amor, de odio y pecados
respiraré de nuevo otros vientos
y los anteriores serán olvidados.
Ni siquiera importa si existe
la eterna circunferencia,
no hay nada que persista
en ésta pasajera existencia.
a la nada regresaré
sea vencedor o vencido
siempre retornaré.
Atomo de energía,
perdido en soledades
nacido en alegría
muerto en penalidades.
El gran círculo de la vida
que gobierna mi destino
será siempre el que mida
cada paso de mi camino.
No me preocupa lo vivido,
mucho menos mi futuro...
puesto que siempre ha sido
divinamente oscuro.
En la negrura no hay recuerdo,
no hay sonido, no hay conciencia,
no hay deseo, nada está abierto
no hay error, ni hay inteligencia.
Empezaré de nuevo cada vez,
y el final será otro comienzo
diferente quizá, igual talvéz,
ni es importante si lo pienso.
No me es importante lo que soy,
porque dejaré de serlo de nuevo...
al igual que el lugar a donde voy
lo que tengo, que dejo, que llevo.
Bajo diferentes cielos y tiempos,
lleno de amor, de odio y pecados
respiraré de nuevo otros vientos
y los anteriores serán olvidados.
Ni siquiera importa si existe
la eterna circunferencia,
no hay nada que persista
en ésta pasajera existencia.
ZARK
Zark tenía frío, demasiado frío, además estaba furioso, hubiese sido tan fácil lo del asta de venado, si la maldita cosa no se hubiese quebrado tan de repente, el golpe ni siquiera había hecho mella en el pecho de Cha, al contrario, cuando cayó al suelo y se percató que no estaba herido, el mañoso cargó con toda su fuerza y aplastó sin consideración el cuerpo de Zark, no tuvo tiempo de nada, se sofocó y se aturdió tanto que la noche llegó a sus ojos estando frente al sol.
El clan no podía hacer nada. La ley era la ley y él había perdido. Cha continuaba su reinado. Y Zark sabía que Cha no era el líder apropiado para el clan. Hacía mucho que Cha había perdido el olfato para la buena caza, no encontraba agua tan rápidamente como se necesitaba y por su culpa el clan había perdido a Tok y a Len, cuando Cha los mandó a la cueva del gran oso, engañándolos al decir que el animal estaba buscando agua.
Furioso, si, furioso... Cha no era un buen líder. Sabía que la intención de Cha era dejar a Puc, su hijo, como jefe y eso no estaba en la ley del clan. El liderazgo se debía ganar limpiamente, como él lo había intentado. El frío lo castigaba duramente y por más que se enronscaba en sus pieles y se internaba en lo profundo de la cueva, el frío lo perseguía y lo mordía salvajemente... estaba solo... y todo era más difícil. De estar en el clan, estaría dándose calor mutuamente con los otros.
Maldito hueso de venado. Cuando lo encontró pensó que sería la mejor arma que podría existir y de inmediato pensó en usarla contra Cha. Esperó dos días, pacientemente hasta que la caza terminara y volvieran a la cueva y entonces retaría a Cha, y este no podría negarse al estar frente a todos... En la cueva, se le plantó y le gruñó de la manera pavorosa insultándo al líder... Cha dudó un instante pero aceptó el reto... Fue cuando Zark mostró su hueso fatal... imponente asta de venado, curveado y con filos a ambos lados... formidable arma en manos de un cazador maduro... Cha se detuvó en seco al ver el asta... Y aunque era de mayor tamaño que Zark, Cha consideró su posición... sabía que Zark era el mejor del clan manejando aquellas armas... y en los ojos, solo le veía arrojo y valor... Ambos se fueron acercando lentamente el uno al otro... midiéndose... tratándo de infundir cobardía en el corazón del otro... hasta llegar a la entrada de la cueva... Cha dudaba... Zark se iba imponiéndo... el clan observaba...
El duelo no podía demorarse más, el clan asi lo pedía, la ley asi lo exigía... Zark levantó el asta y Cha su mazo... y se abalanzaron al mismo tiempo con decisión... Pero Zark fue más rápido y el hueso de venado golpeó el pecho de Cha, mientras que el mazo se perdía en el aire... Al impactarse contra el peludo pecho de Cha, el hueso de venado se partió, no fue el golpe el que mandó a Cha al suelo de espaldas... fue su miedo, su reacción... mientras Zark caía de bruces por la fuerza impuesta a su golpe... Cha se levantó, su rostro estaba pálido... se palpó el pecho con desesperación buscando la herida... más no había tal... Zark en el suelo, había comprendido lo que acontecía... fue cuando sintió el enorme peso de Cha sobre él... de no haber perdido su mazo, Cha le hubiese dado muerte sin pensarlo... Cha lo aplastó, lo mordió, lo estrujó y lo enganchó del cuello con sus manos inmensas... dio tres vueltas en el aire y fue aventado al suelo con violencia, el peso de Cha volvió a caerle encima, sobre el pecho... y poco a poco empezó a apagarse el día... ya no escuchaba los gritos del clan... ya no sentía la furia de Cha... fue cayendo lentamente en un silencio tranquilizante...
Cuando despertó estaba desnudo... fuera de la cueva... Todo el clan lo miraba desde la entrada de la misma... Cha estaba erguido al frente, con sus enormes brazos cruzados... La ley tenía que cumplirse... Había sido derrotado en su intento de ganar el liderazgo y como no había sido muerto por el líder en la pelea... ahora tenía que ser expulsado del clan... era casi una condena a muerte... como solitario no tenía medios de sobrevivir... todo estaba en su contra... el clima, los animales, la falta de alimento... y los clanes rivales... Pero nada podía hacerse... estaba expúlsado y debía irse rápidamente antes que el clan mismo lo lapidara en ese lugar...
Un pedazo de piel de oso fue lo único que le permitieron llevarse... quizá porque sabían que perdían un gran cazador... Pero ninguna arma... encaminó sus pasos hacia el otro lado de la montaña... hacia tierras peligrosas... cerca del río salado... no sentía miedo... ni tristeza... solo furia... una furia concentrada... contra dos cosas... Una era Cha... la otra, el maldito hueso de venado.
Encontrarse aquella pequeña cueva había sido su salvación, era fría, tremendamente fría, pero de haberse quedado a la interperie hubiera sido mucho peor. Aca moriría de frío también pero tenía algunas opciones, una de ella era pensar en Dada antes de caer en la noche sin sol. Dada era hermosa y Zark la quería con él. Dada y el clan eran los motivos de Zark para haber desafiado a Cha y ahora había sido derrotado, expulsado del clan y Dada se olvidaría de él.
Se abrigó lo mejor que pudo. Afuera de la cueva el viento soplaba con fuerza, una espesa nevada cubría toda la tierra. Poco a poco el sueño lo fue venciendo. Soñó que vencía a Cha con su hueso de venado y que el clan se regocijaba, Dada le había regalado la mejor de sus sonrisas y un nuevo nombre traería prosperidad y éxito al clan: Zark!
Unos gruñidos lo despertaron... estaba entumecido por todas partes... a duras penas logró arrastrarse hasta la entrada de la cueva. Desde allí pudo observar que el clan de los Mor estaban en cacería. Husmeaban el aire, buscaban huellas en la nieve, eran 8 cazadores... todos fuertes, jóvenes... a pesar de ser ya cazadores expertos, la alta capa de nieve los había engañado y no se dieron cuenta cuando el gran tigre se les abalanzó. Hasta Zark tembló de miedo en su escondite, el formidable animal atacó como la luz de las nubes negras, tan rápido y tan mortíferamente veloz que 5 de aquellos cazadores cayeron muertos al instante... dos lograron escapar y tratar de huir por la vereda pero no pudieron, el último trepó por un árbol, si hubiese sido más rápido hubiera vivido... pero el tigre saltó y lo alcanzó con sus garras, descuartizándolo en el aire.
El gran tigre se dio un gran festín mientras Zark miraba horrorizado. Temblaba de pies a cabeza pensando en que el tigre pudiera olfatear su olor e ir también por él. Afortunadamente la cueva no era tan amplia, y el tigre no hubiera podido entrar, pero el animal esperaría días enteros frente a la cueva e incluso trataría de abrir la boca de la cueva para poder entrar... Pero no fue así, el viento soplaba a favor de Zark y el animal no sintió su olor. Después de unas horas, el animal se alejó, dejando unos cuantos despojos humanos. Para Zark, la matanza del animal lo favorecía, allí, en el suelo, habían por lo menos tres o cuatro pieles completas para protegerse del frío, las lanzas y hachas de los Mor también habían quedado desparramadas por todas partes. Por lo tanto, Zark esperó a hasta estar completamente seguro que el gran tigre se había alejado para poder salir de la cueva y recoger las pieles y las armas. El hambre lo estaba matando, pero ahora ya tenía armas y era sólo de aguzar los sentidos para procurarse algo. El conseguir algo que comer fue fácil... descubrió un nido en un árbol cercano y se comió siete huevos y tres aves recien nacidas, también cazó un conejo.
Volvió a la cueva y arregló un lugar donde dormir, mucho más cómodo que el de la noche anterior. Al conejo lo mantuvo vivo hasta que tuvo hambre de nuevo y lo devoró rápidamente. En el clan de los Kar, al cual había pertenecido, se comía a los animales recien muertos, con su sangre aún caliente. En esto diferían de otros clanes que comían incluso animales putrefactos.
Con un buen abrigo y el hambre saciada, Zark se dispuso a soportar otra noche de intenso frío. Entonces Dada apareció de nuevo en su mente. Al pensar en ella, su corazón se aceleró, como cuando el enojo lo dominaba, pero esta vez no era enojo, era algo diferente... deseaba tener a Dada junto a él... además sospechaba que Cha la deseaba para él o para Puc y este pensamiento le hizo apretar las mandíbulas hasta que le dolieron... Dada... Dada... recordó su rostro cuando fue expulsado... vio su tristeza, su impotencia... la ley era la ley... pero Dada era Dada... entonces nació una idea en su cabeza.
Una mueca de satisfacción transformó su recio rostro y quedó dormido tranquilamente.
A la mañana siguiente, salió de la cueva y se dedico a buscar piedras de afilar. Encontró algunas y de entre todas escogió la mejor. Fue al río salado y estuvo varias horas afilando las lanzas y las hachas.. Sin perder de vista los alrededores para evitar una sorpresa, siempre listo para trepar al árbol más cercano. Sabía que estaba solo y que a pesar de tener aquellas armas, la caza de animales grandes sería difícil; no solo matarlos, sino transportarlos... Pero decidió que tenía que hacerlo... Con el sol en lo alto del cielo, se adentró en el bosque, el ojo atento, el olfato presto, pisando en silencio... en busca de algún ruido, algún movimiento... su sentido de cazador le decía que aquel momento era el correcto... doblo la vigilancia, agudizó todos sus sentidos... y entonces lo vio pasar a unos metros de él... era un tapir hembra con su pequeño... tuvo que pensar rápidamente... como cazador el tapir adulto era el trofeo... pero en su calidad de solitario, cazar al pequeño era lo lógico... Alzó la lanza, apuntó cuidadosamente y arrojó la letal arma con toda su fuerza, el pequeño tapir quedó atravesado en un instante, mientras la madre emprendía una huída desbocada... la presa trató de huir, pero aquella lanza incrustada en su cuerpo no lo permitió, Zark le cayó encima y con un rápido movimiento le quebró el cuello.
Cargó a su presa sobre sus hombros y volvió a su cueva. Alli calmó su hambre nuevamente. El tamaño del tapir le permitiría comer por dos días más. Sabía que en dos días el cadaver estaría rígido... algo repugnante para él, pero no había opción.
En los días que siguieron, Zark cazó varias veces, animales pequeños, un oso enano, dos lagartijas, varias aves. La lluvia cayó en abundancia y el fuego del cielo se abatió sobre un árbol lo que le permitió hacerse una fogata en la cueva. Entonces decidió emprender lo que había pensado antes.
En la mañana que siguió, Zark cazó un tapir adulto, era un macho joven, de tamaño regular... lo cargó y lo llevó con grandes dificultades hasta cerca de la cueva de los Kar... y regresó a su cueva. Repitió la operación durante varios días, cazaba un animal de regulares dimensiones, lo llevaba hasta el mismo lugar y se devolvía a su cueva...
Luego de varias mañanas... Zark logró matar uno de los grandes monos... de esos que por su tamaño no temen andar solitarios en los bosques... era casi tan grande como el propio Zark y llevarlo hasta la cueva de los Kar le fue muy difícil, cuando llegó, el clan estaba fuera de la cueva... todos gritaron... una mezcla de alegría y repudio al mismo tiempo... Zark había sido expulsado y su presencia, según la ley estaba proscrita... pero estaba cazando para ellos como cualquier cazador Kar y la ley otorgaba un gran honor a los cazadores... el clan estaba en una situación difícil... Zark los veía con el rabillo de los ojos... Dada estaba entre todos... y sonreía, contenta... aliviada por ver que Zark aun vivía...
Los gritos cesaron cuando apareció Cha... seguido de Puc... y luego Tirk y Gua los ancianos... Cha tomó su mazo y cuando se disponía a bajar, Tirk y Gua gruñeron... Cha se detuvo y se volteó furioso hacia los ancianos... ambos levantaron sus brazos y en seguida todo el clan hizo lo mismo... la ley podía ser cambiada... Zark lo comprendió y Cha también... Zark había llevado comida... para todos... era el trabajo del jefe del clan... pero el jefe era Cha... no podían haber dos jefes... La hora de la revancha había llegado... Cha tenía el rostro descompuesto y Puc se veía confundido...
Zark se levantó... Y tiró muy lejos sus lanzas, piedras y hachas... El clan seguía eufórico... Cha avanzó de nuevo en dirección a Zark... pero fue detenido nuevamente por los gruñidos de Tirk y Gua... Tirk, se acercó a Cha y lo desarmó... empujándolo de nuevo hacia Zark... Cha se sintió confundido... el clan gritaba... era el grito de la batalla, de la ley... Cha comprendió... tenía que pelear con Zark con sus propias manos... sin su mazo se sentía inseguro... Sabía que era mucho más fuerte que Zark... pero no más joven... Dio una mirada a su alrededor... Puc llegó a abrazar a su padre, pero Cha lo rechazó iracundo...
Cha se decidió y bajo hasta quedar frente a Zark...
Ambos se miraban directamente a los ojos... Zark estaba tenso... Pero esperaba a que Cha diera el primer golpe...
Fue en ese momento cuando una lanza pasó razgando el brazo de Cha... y luego los gritos pavorosos de los Mor, el clan rival... perder a 8 de sus cazadores los había puesto al borde del desastre y ahora los que quedaban decidieron asaltar a los Kar y quitárles todo...
Zark voló a recoger las armas... vio a Cha a la cara y ambos se entendieron... Zark le aventó dos lanzas a Cha, este las recogió y lanzó su grito pavoroso... Se sintió recuperado... lleno de vigor y valentía... De la cueva bajaron los otros cazadores Kar y empezó la batalla entre los clanes...
Los Kar se impusieron sobre sus atacantes... al final doce Mor y dos Kar yacían muertos... Uno de estos últimos era Cha, su corazón había sido atravesado por una lanza... Zark no tuvo reparo en gruñir de dolor por la muerte de Cha... no era por darle honor... era porque aun en esto... Cha se le había escapado...
Zark se convirtió en el jefe del clan de los Kar y Dada fue su pareja... Su primer hijo fue llamado Cha, en honor al antiguo jefe... porque esa era la ley.
El clan no podía hacer nada. La ley era la ley y él había perdido. Cha continuaba su reinado. Y Zark sabía que Cha no era el líder apropiado para el clan. Hacía mucho que Cha había perdido el olfato para la buena caza, no encontraba agua tan rápidamente como se necesitaba y por su culpa el clan había perdido a Tok y a Len, cuando Cha los mandó a la cueva del gran oso, engañándolos al decir que el animal estaba buscando agua.
Furioso, si, furioso... Cha no era un buen líder. Sabía que la intención de Cha era dejar a Puc, su hijo, como jefe y eso no estaba en la ley del clan. El liderazgo se debía ganar limpiamente, como él lo había intentado. El frío lo castigaba duramente y por más que se enronscaba en sus pieles y se internaba en lo profundo de la cueva, el frío lo perseguía y lo mordía salvajemente... estaba solo... y todo era más difícil. De estar en el clan, estaría dándose calor mutuamente con los otros.
Maldito hueso de venado. Cuando lo encontró pensó que sería la mejor arma que podría existir y de inmediato pensó en usarla contra Cha. Esperó dos días, pacientemente hasta que la caza terminara y volvieran a la cueva y entonces retaría a Cha, y este no podría negarse al estar frente a todos... En la cueva, se le plantó y le gruñó de la manera pavorosa insultándo al líder... Cha dudó un instante pero aceptó el reto... Fue cuando Zark mostró su hueso fatal... imponente asta de venado, curveado y con filos a ambos lados... formidable arma en manos de un cazador maduro... Cha se detuvó en seco al ver el asta... Y aunque era de mayor tamaño que Zark, Cha consideró su posición... sabía que Zark era el mejor del clan manejando aquellas armas... y en los ojos, solo le veía arrojo y valor... Ambos se fueron acercando lentamente el uno al otro... midiéndose... tratándo de infundir cobardía en el corazón del otro... hasta llegar a la entrada de la cueva... Cha dudaba... Zark se iba imponiéndo... el clan observaba...
El duelo no podía demorarse más, el clan asi lo pedía, la ley asi lo exigía... Zark levantó el asta y Cha su mazo... y se abalanzaron al mismo tiempo con decisión... Pero Zark fue más rápido y el hueso de venado golpeó el pecho de Cha, mientras que el mazo se perdía en el aire... Al impactarse contra el peludo pecho de Cha, el hueso de venado se partió, no fue el golpe el que mandó a Cha al suelo de espaldas... fue su miedo, su reacción... mientras Zark caía de bruces por la fuerza impuesta a su golpe... Cha se levantó, su rostro estaba pálido... se palpó el pecho con desesperación buscando la herida... más no había tal... Zark en el suelo, había comprendido lo que acontecía... fue cuando sintió el enorme peso de Cha sobre él... de no haber perdido su mazo, Cha le hubiese dado muerte sin pensarlo... Cha lo aplastó, lo mordió, lo estrujó y lo enganchó del cuello con sus manos inmensas... dio tres vueltas en el aire y fue aventado al suelo con violencia, el peso de Cha volvió a caerle encima, sobre el pecho... y poco a poco empezó a apagarse el día... ya no escuchaba los gritos del clan... ya no sentía la furia de Cha... fue cayendo lentamente en un silencio tranquilizante...
Cuando despertó estaba desnudo... fuera de la cueva... Todo el clan lo miraba desde la entrada de la misma... Cha estaba erguido al frente, con sus enormes brazos cruzados... La ley tenía que cumplirse... Había sido derrotado en su intento de ganar el liderazgo y como no había sido muerto por el líder en la pelea... ahora tenía que ser expulsado del clan... era casi una condena a muerte... como solitario no tenía medios de sobrevivir... todo estaba en su contra... el clima, los animales, la falta de alimento... y los clanes rivales... Pero nada podía hacerse... estaba expúlsado y debía irse rápidamente antes que el clan mismo lo lapidara en ese lugar...
Un pedazo de piel de oso fue lo único que le permitieron llevarse... quizá porque sabían que perdían un gran cazador... Pero ninguna arma... encaminó sus pasos hacia el otro lado de la montaña... hacia tierras peligrosas... cerca del río salado... no sentía miedo... ni tristeza... solo furia... una furia concentrada... contra dos cosas... Una era Cha... la otra, el maldito hueso de venado.
Encontrarse aquella pequeña cueva había sido su salvación, era fría, tremendamente fría, pero de haberse quedado a la interperie hubiera sido mucho peor. Aca moriría de frío también pero tenía algunas opciones, una de ella era pensar en Dada antes de caer en la noche sin sol. Dada era hermosa y Zark la quería con él. Dada y el clan eran los motivos de Zark para haber desafiado a Cha y ahora había sido derrotado, expulsado del clan y Dada se olvidaría de él.
Se abrigó lo mejor que pudo. Afuera de la cueva el viento soplaba con fuerza, una espesa nevada cubría toda la tierra. Poco a poco el sueño lo fue venciendo. Soñó que vencía a Cha con su hueso de venado y que el clan se regocijaba, Dada le había regalado la mejor de sus sonrisas y un nuevo nombre traería prosperidad y éxito al clan: Zark!
Unos gruñidos lo despertaron... estaba entumecido por todas partes... a duras penas logró arrastrarse hasta la entrada de la cueva. Desde allí pudo observar que el clan de los Mor estaban en cacería. Husmeaban el aire, buscaban huellas en la nieve, eran 8 cazadores... todos fuertes, jóvenes... a pesar de ser ya cazadores expertos, la alta capa de nieve los había engañado y no se dieron cuenta cuando el gran tigre se les abalanzó. Hasta Zark tembló de miedo en su escondite, el formidable animal atacó como la luz de las nubes negras, tan rápido y tan mortíferamente veloz que 5 de aquellos cazadores cayeron muertos al instante... dos lograron escapar y tratar de huir por la vereda pero no pudieron, el último trepó por un árbol, si hubiese sido más rápido hubiera vivido... pero el tigre saltó y lo alcanzó con sus garras, descuartizándolo en el aire.
El gran tigre se dio un gran festín mientras Zark miraba horrorizado. Temblaba de pies a cabeza pensando en que el tigre pudiera olfatear su olor e ir también por él. Afortunadamente la cueva no era tan amplia, y el tigre no hubiera podido entrar, pero el animal esperaría días enteros frente a la cueva e incluso trataría de abrir la boca de la cueva para poder entrar... Pero no fue así, el viento soplaba a favor de Zark y el animal no sintió su olor. Después de unas horas, el animal se alejó, dejando unos cuantos despojos humanos. Para Zark, la matanza del animal lo favorecía, allí, en el suelo, habían por lo menos tres o cuatro pieles completas para protegerse del frío, las lanzas y hachas de los Mor también habían quedado desparramadas por todas partes. Por lo tanto, Zark esperó a hasta estar completamente seguro que el gran tigre se había alejado para poder salir de la cueva y recoger las pieles y las armas. El hambre lo estaba matando, pero ahora ya tenía armas y era sólo de aguzar los sentidos para procurarse algo. El conseguir algo que comer fue fácil... descubrió un nido en un árbol cercano y se comió siete huevos y tres aves recien nacidas, también cazó un conejo.
Volvió a la cueva y arregló un lugar donde dormir, mucho más cómodo que el de la noche anterior. Al conejo lo mantuvo vivo hasta que tuvo hambre de nuevo y lo devoró rápidamente. En el clan de los Kar, al cual había pertenecido, se comía a los animales recien muertos, con su sangre aún caliente. En esto diferían de otros clanes que comían incluso animales putrefactos.
Con un buen abrigo y el hambre saciada, Zark se dispuso a soportar otra noche de intenso frío. Entonces Dada apareció de nuevo en su mente. Al pensar en ella, su corazón se aceleró, como cuando el enojo lo dominaba, pero esta vez no era enojo, era algo diferente... deseaba tener a Dada junto a él... además sospechaba que Cha la deseaba para él o para Puc y este pensamiento le hizo apretar las mandíbulas hasta que le dolieron... Dada... Dada... recordó su rostro cuando fue expulsado... vio su tristeza, su impotencia... la ley era la ley... pero Dada era Dada... entonces nació una idea en su cabeza.
Una mueca de satisfacción transformó su recio rostro y quedó dormido tranquilamente.
A la mañana siguiente, salió de la cueva y se dedico a buscar piedras de afilar. Encontró algunas y de entre todas escogió la mejor. Fue al río salado y estuvo varias horas afilando las lanzas y las hachas.. Sin perder de vista los alrededores para evitar una sorpresa, siempre listo para trepar al árbol más cercano. Sabía que estaba solo y que a pesar de tener aquellas armas, la caza de animales grandes sería difícil; no solo matarlos, sino transportarlos... Pero decidió que tenía que hacerlo... Con el sol en lo alto del cielo, se adentró en el bosque, el ojo atento, el olfato presto, pisando en silencio... en busca de algún ruido, algún movimiento... su sentido de cazador le decía que aquel momento era el correcto... doblo la vigilancia, agudizó todos sus sentidos... y entonces lo vio pasar a unos metros de él... era un tapir hembra con su pequeño... tuvo que pensar rápidamente... como cazador el tapir adulto era el trofeo... pero en su calidad de solitario, cazar al pequeño era lo lógico... Alzó la lanza, apuntó cuidadosamente y arrojó la letal arma con toda su fuerza, el pequeño tapir quedó atravesado en un instante, mientras la madre emprendía una huída desbocada... la presa trató de huir, pero aquella lanza incrustada en su cuerpo no lo permitió, Zark le cayó encima y con un rápido movimiento le quebró el cuello.
Cargó a su presa sobre sus hombros y volvió a su cueva. Alli calmó su hambre nuevamente. El tamaño del tapir le permitiría comer por dos días más. Sabía que en dos días el cadaver estaría rígido... algo repugnante para él, pero no había opción.
En los días que siguieron, Zark cazó varias veces, animales pequeños, un oso enano, dos lagartijas, varias aves. La lluvia cayó en abundancia y el fuego del cielo se abatió sobre un árbol lo que le permitió hacerse una fogata en la cueva. Entonces decidió emprender lo que había pensado antes.
En la mañana que siguió, Zark cazó un tapir adulto, era un macho joven, de tamaño regular... lo cargó y lo llevó con grandes dificultades hasta cerca de la cueva de los Kar... y regresó a su cueva. Repitió la operación durante varios días, cazaba un animal de regulares dimensiones, lo llevaba hasta el mismo lugar y se devolvía a su cueva...
Luego de varias mañanas... Zark logró matar uno de los grandes monos... de esos que por su tamaño no temen andar solitarios en los bosques... era casi tan grande como el propio Zark y llevarlo hasta la cueva de los Kar le fue muy difícil, cuando llegó, el clan estaba fuera de la cueva... todos gritaron... una mezcla de alegría y repudio al mismo tiempo... Zark había sido expulsado y su presencia, según la ley estaba proscrita... pero estaba cazando para ellos como cualquier cazador Kar y la ley otorgaba un gran honor a los cazadores... el clan estaba en una situación difícil... Zark los veía con el rabillo de los ojos... Dada estaba entre todos... y sonreía, contenta... aliviada por ver que Zark aun vivía...
Los gritos cesaron cuando apareció Cha... seguido de Puc... y luego Tirk y Gua los ancianos... Cha tomó su mazo y cuando se disponía a bajar, Tirk y Gua gruñeron... Cha se detuvo y se volteó furioso hacia los ancianos... ambos levantaron sus brazos y en seguida todo el clan hizo lo mismo... la ley podía ser cambiada... Zark lo comprendió y Cha también... Zark había llevado comida... para todos... era el trabajo del jefe del clan... pero el jefe era Cha... no podían haber dos jefes... La hora de la revancha había llegado... Cha tenía el rostro descompuesto y Puc se veía confundido...
Zark se levantó... Y tiró muy lejos sus lanzas, piedras y hachas... El clan seguía eufórico... Cha avanzó de nuevo en dirección a Zark... pero fue detenido nuevamente por los gruñidos de Tirk y Gua... Tirk, se acercó a Cha y lo desarmó... empujándolo de nuevo hacia Zark... Cha se sintió confundido... el clan gritaba... era el grito de la batalla, de la ley... Cha comprendió... tenía que pelear con Zark con sus propias manos... sin su mazo se sentía inseguro... Sabía que era mucho más fuerte que Zark... pero no más joven... Dio una mirada a su alrededor... Puc llegó a abrazar a su padre, pero Cha lo rechazó iracundo...
Cha se decidió y bajo hasta quedar frente a Zark...
Ambos se miraban directamente a los ojos... Zark estaba tenso... Pero esperaba a que Cha diera el primer golpe...
Fue en ese momento cuando una lanza pasó razgando el brazo de Cha... y luego los gritos pavorosos de los Mor, el clan rival... perder a 8 de sus cazadores los había puesto al borde del desastre y ahora los que quedaban decidieron asaltar a los Kar y quitárles todo...
Zark voló a recoger las armas... vio a Cha a la cara y ambos se entendieron... Zark le aventó dos lanzas a Cha, este las recogió y lanzó su grito pavoroso... Se sintió recuperado... lleno de vigor y valentía... De la cueva bajaron los otros cazadores Kar y empezó la batalla entre los clanes...
Los Kar se impusieron sobre sus atacantes... al final doce Mor y dos Kar yacían muertos... Uno de estos últimos era Cha, su corazón había sido atravesado por una lanza... Zark no tuvo reparo en gruñir de dolor por la muerte de Cha... no era por darle honor... era porque aun en esto... Cha se le había escapado...
Zark se convirtió en el jefe del clan de los Kar y Dada fue su pareja... Su primer hijo fue llamado Cha, en honor al antiguo jefe... porque esa era la ley.
miércoles, 22 de abril de 2009
Vida Perfecta
La vida había sido buena con él, no le había colmado de riquezas, tampoco le había dado el porte necesario para aturdir a cualquier mujer y seducirla con el simple hecho de verla, pero había sido benigna con otras cosas que eran más importantes.
Por ejemplo el cuidado y el amor de sus padres siempre estaban presentes, había nacido con la buena estrella de una inteligencia bien definida, la virtud de la paciencia era casi un don en él y su serenidad ante cualquier eventualidad era tal que hasta a él mismo lo sorprendía.
Nunca sufrió por la falta de una amistad, en momentos difíciles el apoyo incondicional de muchos estuvo siempre a su dispocisión. Lo rodeaban personas que siempre apreciaban sus dones y que en algunos casos le aconsejaron para mejorar las que tenía de la mejor manera posible.
El amor de pareja llegó a su vida en el justo momento y lo colmó de dicha. Encontrar a aquella mujer, fue hallar un tesoro, su contraparte perfecta en todos los aspectos. Y la llegada de sus hijos, representó un paso más de una vida de lo más dichosa que humano alguno pudiese soñar.
Era un hombre con un espíritu extraño, para los estándares "normales".
Y así todo lo que hasta ahora había sido su existencia caía en lo positivo, tranquilo, pacífico y amoroso... Pero en realidad, para él mismo no era de esa manera.
Se daba cuenta perfecta, de que tenía lo que muchos otros deseaban. Pero él carecía de algo que de tenerlo, hubiese visto su vida como algo más que perfecto. Su capacidad cognitiva era muy amplia. Su inteligencia, casi un ser aparte con el que podía penetrar en los rincones más oscuros de su conciencia. Su paciencia le brindaba la paz interna que le permitía la observación directa y tranquila sin prisas y sin tensiones, lo que le ayudaba a la argumentación profunda y su serenidad le hacía llegar a conclusiones doblemente meditadas y conscisas...
Escuchar una sinfonía lo elevaba a universos personales completamente alejados del universo físico... el aleteo de una mariposa alrededor de una flor lo golpeaba en los sentimientos de una manera brutal... la espalda torcida, la mirada inocente, las palabras simples de aquellos seres unidos en cuerpo y alma a la tierra, al mar... a una causa común, le arrancaba lágrimas honestas y dolorosas que le hacían sentir un nudo en la garganta imposibilitándolo incluso de poder hablar...
Admiraba a los seres sensibles que expresaban sus sentimientos en prosas y poesías, a los seres que habían sido excluídos injustamente de la normalidad de la sociedad, por poderes políticos o religiosos que en su momento ordenaban el cause de la vida pero que no valían como humanos ni la décima parte de aquel que condenaban.
Gustaba de lecturas simples y profundas por igual, los escritores le parecían dioses colosales, rodeados de aureólas espectaculares, cuyo paso por este mundo había sido lo mejor que pudo suceder, seres que salieron del molde común para brillar por sí solos y dejar su herencia intelectual como muestra de que el humano es más que una máquina biológica de procreación.
Razón por la cual, idealizaba, rendía culto, idolatraba a los libros.
Le gustaban las ideas provocativas que revolucionaron el pensamiento. Sus héroes predilectos no eran los inventados en películas o seres imaginarios del populacho o seres reales pero torcidos por la historia y los mitos... eran aquellos que lograron romper los esquemas, barrer las creencias, crear conciencias, derrumbar sistemas, lograr cambios... todo en base a ideas revolucionarias que se apoyaban en hechos y evidencias lógicas unas e irrefutables otras...
Se lamentaba en muchos casos, el haber nacido en estos tiempos modernos, pero tan vacíos de esa clase de hombres y mujeres que tanto admiraba... Se sentía fuera de sincronización con su tiempo y eso le frustraba por momentos... se consolaba pensando en que su tiempo era el tiempo justo para saber de ellos...
Y todo esto... esa sensibilidad un tanto exagerada... esas lágrimas que brotaban al ver la formación de una galaxia, el eterno buscar de comida de una caracol, la canción popular cantada por el último miembro de una tribu desaparecida, las palabras expresadas por la desdentada boca de la abuela más querida de una aldea perdida en un país olvidado, las luchas de un grupo etnico por el derecho a reclamar sus tierras contra una sociedad establecida por la fuerza y la injusticia... todo eso... no era compartido por su familia...
Comprendía por supuesto, que cada persona tiene su grado evolutivo, su dosis de percepción, su nivel de suceptibilidad, su rango de inteligencia y su capacidad de comprensión, a la par de su manejo personal de la sensibilidad...
El amor, no le faltaba... era atendido como un rey en sus necesidades... era escuchado. En todo lo que es lo llamado normal, superficial, rutinario... lo que va por encima... lo obvio... no había problema...
Se sentía incompleto... solitario... incomprendido... Los que parecían ser capaces de tener iguales sentimientos en relación a aquellas incertidumbres estaban muertos hacía mucho tiempo... Pero en su actualidad, solo veía sombras... un mundo lleno de sombras... regidas por sombras... procreando sombras... naciendo y muriendo como sombras...
El mismo se sentía una sombra...
Nunca había sentido la falta de amor... pero moría por falta de amor...
Nunca había sentido soledad... pero la soledad lo envolvía...
Era querido, respetado, escuchado.... pero no sentía el cariño, ni el respeto... y sus palabras ni siquiera tenían eco.
Entendía que en realidad no había razón para que todo esto sucediera... pero aquella mentalidad... nacida de una inteligencia que era un ente aparte, castigador... demasiado lógico y alucinantemente analítico... que se perdía a propósito en un segundo en retorcidas imaginaciones en las que tiempo y espacio eran reducidos a sus mínimas expresiones y luego elevadas a sus máximas potencias, no le permitían usar en su propia vida, la lógica que encontraba en otras...
Y a esto agregaba el pensar que en su vida, aun faltaba mucho para llegar a un final de manera natural...
Lo tenía todo... y no tenía nada...
Por ejemplo el cuidado y el amor de sus padres siempre estaban presentes, había nacido con la buena estrella de una inteligencia bien definida, la virtud de la paciencia era casi un don en él y su serenidad ante cualquier eventualidad era tal que hasta a él mismo lo sorprendía.
Nunca sufrió por la falta de una amistad, en momentos difíciles el apoyo incondicional de muchos estuvo siempre a su dispocisión. Lo rodeaban personas que siempre apreciaban sus dones y que en algunos casos le aconsejaron para mejorar las que tenía de la mejor manera posible.
El amor de pareja llegó a su vida en el justo momento y lo colmó de dicha. Encontrar a aquella mujer, fue hallar un tesoro, su contraparte perfecta en todos los aspectos. Y la llegada de sus hijos, representó un paso más de una vida de lo más dichosa que humano alguno pudiese soñar.
Era un hombre con un espíritu extraño, para los estándares "normales".
Y así todo lo que hasta ahora había sido su existencia caía en lo positivo, tranquilo, pacífico y amoroso... Pero en realidad, para él mismo no era de esa manera.
Se daba cuenta perfecta, de que tenía lo que muchos otros deseaban. Pero él carecía de algo que de tenerlo, hubiese visto su vida como algo más que perfecto. Su capacidad cognitiva era muy amplia. Su inteligencia, casi un ser aparte con el que podía penetrar en los rincones más oscuros de su conciencia. Su paciencia le brindaba la paz interna que le permitía la observación directa y tranquila sin prisas y sin tensiones, lo que le ayudaba a la argumentación profunda y su serenidad le hacía llegar a conclusiones doblemente meditadas y conscisas...
Escuchar una sinfonía lo elevaba a universos personales completamente alejados del universo físico... el aleteo de una mariposa alrededor de una flor lo golpeaba en los sentimientos de una manera brutal... la espalda torcida, la mirada inocente, las palabras simples de aquellos seres unidos en cuerpo y alma a la tierra, al mar... a una causa común, le arrancaba lágrimas honestas y dolorosas que le hacían sentir un nudo en la garganta imposibilitándolo incluso de poder hablar...
Admiraba a los seres sensibles que expresaban sus sentimientos en prosas y poesías, a los seres que habían sido excluídos injustamente de la normalidad de la sociedad, por poderes políticos o religiosos que en su momento ordenaban el cause de la vida pero que no valían como humanos ni la décima parte de aquel que condenaban.
Gustaba de lecturas simples y profundas por igual, los escritores le parecían dioses colosales, rodeados de aureólas espectaculares, cuyo paso por este mundo había sido lo mejor que pudo suceder, seres que salieron del molde común para brillar por sí solos y dejar su herencia intelectual como muestra de que el humano es más que una máquina biológica de procreación.
Razón por la cual, idealizaba, rendía culto, idolatraba a los libros.
Le gustaban las ideas provocativas que revolucionaron el pensamiento. Sus héroes predilectos no eran los inventados en películas o seres imaginarios del populacho o seres reales pero torcidos por la historia y los mitos... eran aquellos que lograron romper los esquemas, barrer las creencias, crear conciencias, derrumbar sistemas, lograr cambios... todo en base a ideas revolucionarias que se apoyaban en hechos y evidencias lógicas unas e irrefutables otras...
Se lamentaba en muchos casos, el haber nacido en estos tiempos modernos, pero tan vacíos de esa clase de hombres y mujeres que tanto admiraba... Se sentía fuera de sincronización con su tiempo y eso le frustraba por momentos... se consolaba pensando en que su tiempo era el tiempo justo para saber de ellos...
Y todo esto... esa sensibilidad un tanto exagerada... esas lágrimas que brotaban al ver la formación de una galaxia, el eterno buscar de comida de una caracol, la canción popular cantada por el último miembro de una tribu desaparecida, las palabras expresadas por la desdentada boca de la abuela más querida de una aldea perdida en un país olvidado, las luchas de un grupo etnico por el derecho a reclamar sus tierras contra una sociedad establecida por la fuerza y la injusticia... todo eso... no era compartido por su familia...
Comprendía por supuesto, que cada persona tiene su grado evolutivo, su dosis de percepción, su nivel de suceptibilidad, su rango de inteligencia y su capacidad de comprensión, a la par de su manejo personal de la sensibilidad...
El amor, no le faltaba... era atendido como un rey en sus necesidades... era escuchado. En todo lo que es lo llamado normal, superficial, rutinario... lo que va por encima... lo obvio... no había problema...
Se sentía incompleto... solitario... incomprendido... Los que parecían ser capaces de tener iguales sentimientos en relación a aquellas incertidumbres estaban muertos hacía mucho tiempo... Pero en su actualidad, solo veía sombras... un mundo lleno de sombras... regidas por sombras... procreando sombras... naciendo y muriendo como sombras...
El mismo se sentía una sombra...
Nunca había sentido la falta de amor... pero moría por falta de amor...
Nunca había sentido soledad... pero la soledad lo envolvía...
Era querido, respetado, escuchado.... pero no sentía el cariño, ni el respeto... y sus palabras ni siquiera tenían eco.
Entendía que en realidad no había razón para que todo esto sucediera... pero aquella mentalidad... nacida de una inteligencia que era un ente aparte, castigador... demasiado lógico y alucinantemente analítico... que se perdía a propósito en un segundo en retorcidas imaginaciones en las que tiempo y espacio eran reducidos a sus mínimas expresiones y luego elevadas a sus máximas potencias, no le permitían usar en su propia vida, la lógica que encontraba en otras...
Y a esto agregaba el pensar que en su vida, aun faltaba mucho para llegar a un final de manera natural...
Lo tenía todo... y no tenía nada...
El Recluta
Rodrigo era un muchacho inteligente, pero a su manera... para los demás, era un idiota.
La única que en realidad comprendia a Rodrigo era su madre, Dorotea, ella lo había visto crecer, entendía sus deseos, se adelantaba a sus necesidades, para ella, aquel hijo suyo era alguien especial. Era el único hijo de aquella amorosa madre, que por errores de juventud se había entregado al capataz de la hacienda, enredada y confundida entre el amor verdadero, la admiración y el deseo... Solo hasta mucho despues logró entender, al menos a medias, que el amor verdadero había sido unilateral, que la admiración no era tal y que solo el deseo era en realidad el motivo de aquella entrega entre los altos pajares en una fresca tarde de octubre... Alli conoció por vez primera la desnudez de un hombre que no era su familiar, alli conoció ademas que hay dolores que causan placer, alli conoció una nueva cara de sí misma y allí concebió a Rodrigo... Porque no hubieron más entregas, ni citas, ni besos, ni nada... Baltazar López, que ese era el nombre del capataz, la ignoró por completo luego de esa fresca tarde de octubre y luego, cuando lo buscó para decirle que estaba embarazada, él se burló de ella, diciendo que aquel hijo, podría ser de cualquiera de los peones de la hacienda, aparte del desprecio, Baltazar incluso la amenazó con echarla de la hacienda si trataba de "pegarle" aquel hijo... le recomendó ir a ver a Eloísa, la vieja bruja que vivía al otro lado del río, para que le ayudará a deshacerse del "estorbo" y que pudiera seguir en sus actividades, porque eso si, las embarazadas son inútiles para las labores del campo, y Baltazar no estaba dispuesto a estar aguantando a una inútil.
Dorotea no volvió a buscar a Baltazar, tampoco fue a ver a Eloísa, le tenía miedo... se aguantó como pudo, y realizó todo su trabajo hasta donde la panza le permitió. Llegado el momento, le habló a Casimiro, peon muy correcto y ya viejo, que tomando uno de los burros de carga, subió a Dorotea al jumento y se la llevó a Tejuelas, el poblado más cercano a la hacienda; el viaje tardó 6 horas, Dorotea no soportaba más, pero las palabras de Casimiro le dieron el ánimo suficiente hasta llegar al pueblo e ir directamente a la casa de Don Elías, el boticario-doctor-partero y alcalde del lugar.
Eran las 2 de la madrugada cuando Casimiro golpeaba la puerta de la casa de Don Elías. A los golpes en la puerta se unían los gritos agónicos de Dorotea que empezaba a parir sobre el burro. Al fin, la puerta se abrió y salió Urbana, la esposa de Don Elías, esta que era conocida por su humor agrio y desesperante, iba a proferir sus ya conocidas maldiciones cuando se dio cuenta de que era una mujer la que venía con problemas y a grito limpio despertó a medio pueblo, incluyendo a Don Elías que soñaba con su siempre malogrado viaje a la capital.
Las dos sirvientas de Urbana llegaron corriendo, los lacayos también lograron llegar hasta donde Urbana maldecía y entre todos bajaron a Dorotea del burro y la introdujeron a la casa, cerrando la puerta en las narices de Casimiro que viéndose solo nuevamente, simplemente tomó el lazo del burro y se dio la media vuelta de regreso a la hacienda.
Don Elías ya más asustado que despabilado, fue informado por Urbana de la situación que tenían en la casa. El doctor fue a preparar sus instrumentos mientras Dorotea era suavemente depositada en la propia cama de Urbana. Los lacayos fueron expulsados del cuarto inmediatamente, Urbana se dedicó a ordenar a gritos, que llevaran agua caliente, toallas, vasijas, que encendieran velas a San Agripino y que fueran a traer al cura Don Remigio, por si las dudas.
Para esto, ya Dorotea tenía medio parto concluído... Don Elías llegó ahogandose y tosiendo como marrano, con dos valijillas de instrumentos "médicos" que vació en la misma cama. Escogió uno y otro, hasta que encontró lo que quería. Urbana se dedicó a tranquilizar a Dorotea, hablandole de sus propios partos, de cómo había nacido Teodorico, de siete meses pero muy sanito, de los gemelos, Torcuato y Eliítas, y de cómo casi por accidente, dejan a Torcuato sin nacer... todo esto Dorotea no escuchaba, era demasiado el dolor, la angustia que sentía... su mente se nublaba, caía en letargo y despertaba de nuevo...
Al fin, mas por la gracia de la naturaleza que por la experiencia de Don Elías, la criatura de Dorotea salió a este mundo llorando a pulmón partido. Era un chico sano, completo y fuerte. En esos momentos apareció el cura Don Remigio, enterado del suceso, se dedicó a leerle a la nueva madre, la palabra del salmista y a cuestionar sobre la paternidad de aquella criatura. Dorotea en medio de su cansancio, balbuceaba el nombre de Baltazar, pero ni el cura ni el alcalde, y mucho menos Urbana entendieron las incoherencias.
Por lo tanto, e investido de los poderes eclesiásticos conferidos por el propio Papa, Don Remigio ordenó que para el día siguiente, aquel pequeño pecador sería bautizado con el católico nombre de Rodrigo, en honor a un amigo de su abuelo que había sido digno ciudadano de la ciudad donde había nacido el padre del párroco de Tejuelas. Todos accedieron persignandose respetuosamente.
Y asi, fue como Rodrigo inició su vida en este mundo... sin padre y con un nombre digno...
Urbana se encariñó con Dorotea rápidamente, incluso ella y Don Elías fungieron como padrinos de Rodrigo. Por lo tanto Dorotea se quedó a vivir en casa del Alcalde y Rodrigo creció como hermano menor de Teodorico, Torcuato y Eliítas.
Durante su crecimiento, Rodrigo dio a conocer que era diferente... no hablaba mucho... no era mudo, pero hacerle proferir una palabra era una tarea titánica, no jugaba con los otros chicos, prefería ir al huerto, subirse en el aguacate y pasar horas contemplando el horizonte, cuando los loros pasaban en invierno sobre los cielos de Tejuelas, Rodrigo se ponía histérico, bailaba como loco viendo a las aves pasar, los señalaba con sus manos abiertas y corría en la misma dirección hacia donde estos volaban, luego, volvía a su mutismo y se encaramaba en el aguacate.
Rodrigo comía con sus manos, nunca pudieron hacerlo usar un cubierto y bebía el agua a sorbetazos... cosa que ponía a Don Elías de nervios y a Urbana de un humor de perros... Solo Dorotea parecía no ver en aquel su hijo, defecto alguno. Ambos pasaban las noches viendo como la candela se iba acabando... y cuando al fin se apagaba, se acostaban abrazados y tranquilos.
Rodrigo nunca pedía nada... siempre andaba "perdido" en sus propias cosas... Los gemelos lo molestaban constantemente, le tiraban hormigas en sus ropas, le daban sapos para que los mordiera... Dorotea siempre corría a auxiliar a su hijo de aquellos monstuos...
Cuando Don Elías dispuso que Rodrigo ya tenía edad de ir a la pequeña escuela de Tejuelas, se dio cuenta que era un error, el maestro Lisandro, no tuvo la paciencia necesaria con Rodrigo y terminó "expulsandolo" alegando que sus delicados nervios no eran capaces de soportar el martirio de tratar de enseñarle a aquel muchacho los secretos del alfabeto.
Por lo tanto, si Rodrigo no deseaba aprender las letras, debía aprender a trabajar... lo llevaron con Ulises el carpintero, luego con Zacarías el zapatero, con Benancio el encargado de los correos de Tejuelas... todo en vano... ni estudiar, ni trabajar... el aguacate era importante en la vida de Rodrigo... y los loros...
Asi pasaron algunos años... Teodorico y los gemelos empezaron a cortejar a las muchachas del pueblo... Rodrigo permanecía fiel a su aguacate.
Los tiempos cambiaron... la pacífica vida de aquel pueblito dormilon se vio afectada por vientos de guerra, violencia y sangre derramada en aras al amor a la patria. Y aparecieron en el horizonte, por donde los loros siempre se iban, otros seres del mismo color... armados con pistolas y fusiles... diciendo que algo llamado gobierno, requería de la ayuda de sus hijos para defender el suelo que algun día sería la tumba de aquellos que murieran por la causa... palabrejas como honor, cumplimiento, deber, heroísmo llegaron para quedarse en el cotidiano lenguaje de los tranquilos tejuelianos.
Rodrigo... al ver pasar a los soldados del novísimo regimiento militar implantado sin pedir permiso en Tejuelas, se iba tras de ellos, señalando al cielo con sus manos abiertas... al principio los asustó, los puso nerviosos, luego se acostumbraron a aquel desplante de locura... terminaron por ignorar al "loquito" como se acostumbraron en llamarle.
En las mañanas, cuando los soldados salían a sus diarias tareas militares, a sus practicas y ejercicios, Rodrigo estaba presente, subido en uno de los árboles que rodeaban la guarnición, con sus ojos fijos en los militares. Repetía de la mejor forma que podía, los movimientos de aquellos. Hasta el punto en que pudo repetirlos como cualquiera de ellos. Su constante presencia en el cuartel, hizo que poco a poco le fueran permitiendo entrar más y más al lugar.
Rodrigo empezó a dormir en las puertas del cuartel. Dorotea salía a buscarlo cada noche para llevar a casa. Pero él se subía a cualquier árbol y no se bajaba hasta que ella se iba. La madre se vio obligada a visitar el cuartel y hablar con uno de los superiores para relatarle su problema. El coronel Ceferino escuchó pacientemente a Dorotea, le prometió hacer algo al respecto. Cuando ella se fue, el coronel llamó a su sargento primero... El sargento Doliano explicó al coronel el comportamiento que los soldados habían visto en Rodrigo.
El coronel ordenó que llevaran a Rodrigo a su presencia. Costó tres días convencer al muchacho de que bajara del árbol y entrara al fin al cuartel y presentarse frente al coronel. Allí, el coronel llamó a cinco de sus soldados, y los puso a hacer los ejercicios que hacían cada mañana, Rodrigo empezó a imitarlos. Luego, el coronel mandó a traer seis rifles, descargados... armó a los soldados y le dio uno a Rodrigo... hizo que los soldados desarmarán los rifles... Rodrigo los observó por un par de minutos, para luego empezar a desarmar el suyo con las misma precisión de los soldados.
El coronel decidió que Rodrigo estaba hecho para la milicia. Hizo que le entregaran un uniforme, que le enseñaran a disparar y le asignó su barraca. En menos de un día, Rodrigo había pasado de ser civil a ser militar en activo.
En el cuartel, Rodrigo aprendió todo lo que se necesitaba para manejar aquellas mortíferas armas. Aprendió a saludar a los superiores. Aprendió a hacer guardias por las noches. Dorotea estaba feliz, al fin, su querido hijo hacía algo que podía llamarse normal. Ya no era visto como el "loco" del pueblo. Nadie lo molestaba.
La guerra recrudeció. Tejuelas se vio de pronto en estado de sitio. A la población se le ordenó que nadie podría salir de sus casas despues de las nueve de la noche, debido al estricto toque de queda. Los soldados tenían orden directa de disparar y despues preguntar, a cualquiera que rondase el perímetro de la guarnición.
Una noche, en que Rodrigo estaba asignado a la guardia. Un disparo potente hizo que todo el mundo se despertase y que dispusieran de enfrentarse al enemigo. En las puertas del cuartel, el cuerpo de un hombre estaba en el suelo, un hilo se sangre salía de su cabeza... Rodrigo había disparado con una puntería certera, la bala había atravesado limpiamente la cabeza de aquel hombre... cuando los soldados registraron el cadáver en busca de documentos encontraron una cartilla de identidad con el nombre de Baltazar López.
La única que en realidad comprendia a Rodrigo era su madre, Dorotea, ella lo había visto crecer, entendía sus deseos, se adelantaba a sus necesidades, para ella, aquel hijo suyo era alguien especial. Era el único hijo de aquella amorosa madre, que por errores de juventud se había entregado al capataz de la hacienda, enredada y confundida entre el amor verdadero, la admiración y el deseo... Solo hasta mucho despues logró entender, al menos a medias, que el amor verdadero había sido unilateral, que la admiración no era tal y que solo el deseo era en realidad el motivo de aquella entrega entre los altos pajares en una fresca tarde de octubre... Alli conoció por vez primera la desnudez de un hombre que no era su familiar, alli conoció ademas que hay dolores que causan placer, alli conoció una nueva cara de sí misma y allí concebió a Rodrigo... Porque no hubieron más entregas, ni citas, ni besos, ni nada... Baltazar López, que ese era el nombre del capataz, la ignoró por completo luego de esa fresca tarde de octubre y luego, cuando lo buscó para decirle que estaba embarazada, él se burló de ella, diciendo que aquel hijo, podría ser de cualquiera de los peones de la hacienda, aparte del desprecio, Baltazar incluso la amenazó con echarla de la hacienda si trataba de "pegarle" aquel hijo... le recomendó ir a ver a Eloísa, la vieja bruja que vivía al otro lado del río, para que le ayudará a deshacerse del "estorbo" y que pudiera seguir en sus actividades, porque eso si, las embarazadas son inútiles para las labores del campo, y Baltazar no estaba dispuesto a estar aguantando a una inútil.
Dorotea no volvió a buscar a Baltazar, tampoco fue a ver a Eloísa, le tenía miedo... se aguantó como pudo, y realizó todo su trabajo hasta donde la panza le permitió. Llegado el momento, le habló a Casimiro, peon muy correcto y ya viejo, que tomando uno de los burros de carga, subió a Dorotea al jumento y se la llevó a Tejuelas, el poblado más cercano a la hacienda; el viaje tardó 6 horas, Dorotea no soportaba más, pero las palabras de Casimiro le dieron el ánimo suficiente hasta llegar al pueblo e ir directamente a la casa de Don Elías, el boticario-doctor-partero y alcalde del lugar.
Eran las 2 de la madrugada cuando Casimiro golpeaba la puerta de la casa de Don Elías. A los golpes en la puerta se unían los gritos agónicos de Dorotea que empezaba a parir sobre el burro. Al fin, la puerta se abrió y salió Urbana, la esposa de Don Elías, esta que era conocida por su humor agrio y desesperante, iba a proferir sus ya conocidas maldiciones cuando se dio cuenta de que era una mujer la que venía con problemas y a grito limpio despertó a medio pueblo, incluyendo a Don Elías que soñaba con su siempre malogrado viaje a la capital.
Las dos sirvientas de Urbana llegaron corriendo, los lacayos también lograron llegar hasta donde Urbana maldecía y entre todos bajaron a Dorotea del burro y la introdujeron a la casa, cerrando la puerta en las narices de Casimiro que viéndose solo nuevamente, simplemente tomó el lazo del burro y se dio la media vuelta de regreso a la hacienda.
Don Elías ya más asustado que despabilado, fue informado por Urbana de la situación que tenían en la casa. El doctor fue a preparar sus instrumentos mientras Dorotea era suavemente depositada en la propia cama de Urbana. Los lacayos fueron expulsados del cuarto inmediatamente, Urbana se dedicó a ordenar a gritos, que llevaran agua caliente, toallas, vasijas, que encendieran velas a San Agripino y que fueran a traer al cura Don Remigio, por si las dudas.
Para esto, ya Dorotea tenía medio parto concluído... Don Elías llegó ahogandose y tosiendo como marrano, con dos valijillas de instrumentos "médicos" que vació en la misma cama. Escogió uno y otro, hasta que encontró lo que quería. Urbana se dedicó a tranquilizar a Dorotea, hablandole de sus propios partos, de cómo había nacido Teodorico, de siete meses pero muy sanito, de los gemelos, Torcuato y Eliítas, y de cómo casi por accidente, dejan a Torcuato sin nacer... todo esto Dorotea no escuchaba, era demasiado el dolor, la angustia que sentía... su mente se nublaba, caía en letargo y despertaba de nuevo...
Al fin, mas por la gracia de la naturaleza que por la experiencia de Don Elías, la criatura de Dorotea salió a este mundo llorando a pulmón partido. Era un chico sano, completo y fuerte. En esos momentos apareció el cura Don Remigio, enterado del suceso, se dedicó a leerle a la nueva madre, la palabra del salmista y a cuestionar sobre la paternidad de aquella criatura. Dorotea en medio de su cansancio, balbuceaba el nombre de Baltazar, pero ni el cura ni el alcalde, y mucho menos Urbana entendieron las incoherencias.
Por lo tanto, e investido de los poderes eclesiásticos conferidos por el propio Papa, Don Remigio ordenó que para el día siguiente, aquel pequeño pecador sería bautizado con el católico nombre de Rodrigo, en honor a un amigo de su abuelo que había sido digno ciudadano de la ciudad donde había nacido el padre del párroco de Tejuelas. Todos accedieron persignandose respetuosamente.
Y asi, fue como Rodrigo inició su vida en este mundo... sin padre y con un nombre digno...
Urbana se encariñó con Dorotea rápidamente, incluso ella y Don Elías fungieron como padrinos de Rodrigo. Por lo tanto Dorotea se quedó a vivir en casa del Alcalde y Rodrigo creció como hermano menor de Teodorico, Torcuato y Eliítas.
Durante su crecimiento, Rodrigo dio a conocer que era diferente... no hablaba mucho... no era mudo, pero hacerle proferir una palabra era una tarea titánica, no jugaba con los otros chicos, prefería ir al huerto, subirse en el aguacate y pasar horas contemplando el horizonte, cuando los loros pasaban en invierno sobre los cielos de Tejuelas, Rodrigo se ponía histérico, bailaba como loco viendo a las aves pasar, los señalaba con sus manos abiertas y corría en la misma dirección hacia donde estos volaban, luego, volvía a su mutismo y se encaramaba en el aguacate.
Rodrigo comía con sus manos, nunca pudieron hacerlo usar un cubierto y bebía el agua a sorbetazos... cosa que ponía a Don Elías de nervios y a Urbana de un humor de perros... Solo Dorotea parecía no ver en aquel su hijo, defecto alguno. Ambos pasaban las noches viendo como la candela se iba acabando... y cuando al fin se apagaba, se acostaban abrazados y tranquilos.
Rodrigo nunca pedía nada... siempre andaba "perdido" en sus propias cosas... Los gemelos lo molestaban constantemente, le tiraban hormigas en sus ropas, le daban sapos para que los mordiera... Dorotea siempre corría a auxiliar a su hijo de aquellos monstuos...
Cuando Don Elías dispuso que Rodrigo ya tenía edad de ir a la pequeña escuela de Tejuelas, se dio cuenta que era un error, el maestro Lisandro, no tuvo la paciencia necesaria con Rodrigo y terminó "expulsandolo" alegando que sus delicados nervios no eran capaces de soportar el martirio de tratar de enseñarle a aquel muchacho los secretos del alfabeto.
Por lo tanto, si Rodrigo no deseaba aprender las letras, debía aprender a trabajar... lo llevaron con Ulises el carpintero, luego con Zacarías el zapatero, con Benancio el encargado de los correos de Tejuelas... todo en vano... ni estudiar, ni trabajar... el aguacate era importante en la vida de Rodrigo... y los loros...
Asi pasaron algunos años... Teodorico y los gemelos empezaron a cortejar a las muchachas del pueblo... Rodrigo permanecía fiel a su aguacate.
Los tiempos cambiaron... la pacífica vida de aquel pueblito dormilon se vio afectada por vientos de guerra, violencia y sangre derramada en aras al amor a la patria. Y aparecieron en el horizonte, por donde los loros siempre se iban, otros seres del mismo color... armados con pistolas y fusiles... diciendo que algo llamado gobierno, requería de la ayuda de sus hijos para defender el suelo que algun día sería la tumba de aquellos que murieran por la causa... palabrejas como honor, cumplimiento, deber, heroísmo llegaron para quedarse en el cotidiano lenguaje de los tranquilos tejuelianos.
Rodrigo... al ver pasar a los soldados del novísimo regimiento militar implantado sin pedir permiso en Tejuelas, se iba tras de ellos, señalando al cielo con sus manos abiertas... al principio los asustó, los puso nerviosos, luego se acostumbraron a aquel desplante de locura... terminaron por ignorar al "loquito" como se acostumbraron en llamarle.
En las mañanas, cuando los soldados salían a sus diarias tareas militares, a sus practicas y ejercicios, Rodrigo estaba presente, subido en uno de los árboles que rodeaban la guarnición, con sus ojos fijos en los militares. Repetía de la mejor forma que podía, los movimientos de aquellos. Hasta el punto en que pudo repetirlos como cualquiera de ellos. Su constante presencia en el cuartel, hizo que poco a poco le fueran permitiendo entrar más y más al lugar.
Rodrigo empezó a dormir en las puertas del cuartel. Dorotea salía a buscarlo cada noche para llevar a casa. Pero él se subía a cualquier árbol y no se bajaba hasta que ella se iba. La madre se vio obligada a visitar el cuartel y hablar con uno de los superiores para relatarle su problema. El coronel Ceferino escuchó pacientemente a Dorotea, le prometió hacer algo al respecto. Cuando ella se fue, el coronel llamó a su sargento primero... El sargento Doliano explicó al coronel el comportamiento que los soldados habían visto en Rodrigo.
El coronel ordenó que llevaran a Rodrigo a su presencia. Costó tres días convencer al muchacho de que bajara del árbol y entrara al fin al cuartel y presentarse frente al coronel. Allí, el coronel llamó a cinco de sus soldados, y los puso a hacer los ejercicios que hacían cada mañana, Rodrigo empezó a imitarlos. Luego, el coronel mandó a traer seis rifles, descargados... armó a los soldados y le dio uno a Rodrigo... hizo que los soldados desarmarán los rifles... Rodrigo los observó por un par de minutos, para luego empezar a desarmar el suyo con las misma precisión de los soldados.
El coronel decidió que Rodrigo estaba hecho para la milicia. Hizo que le entregaran un uniforme, que le enseñaran a disparar y le asignó su barraca. En menos de un día, Rodrigo había pasado de ser civil a ser militar en activo.
En el cuartel, Rodrigo aprendió todo lo que se necesitaba para manejar aquellas mortíferas armas. Aprendió a saludar a los superiores. Aprendió a hacer guardias por las noches. Dorotea estaba feliz, al fin, su querido hijo hacía algo que podía llamarse normal. Ya no era visto como el "loco" del pueblo. Nadie lo molestaba.
La guerra recrudeció. Tejuelas se vio de pronto en estado de sitio. A la población se le ordenó que nadie podría salir de sus casas despues de las nueve de la noche, debido al estricto toque de queda. Los soldados tenían orden directa de disparar y despues preguntar, a cualquiera que rondase el perímetro de la guarnición.
Una noche, en que Rodrigo estaba asignado a la guardia. Un disparo potente hizo que todo el mundo se despertase y que dispusieran de enfrentarse al enemigo. En las puertas del cuartel, el cuerpo de un hombre estaba en el suelo, un hilo se sangre salía de su cabeza... Rodrigo había disparado con una puntería certera, la bala había atravesado limpiamente la cabeza de aquel hombre... cuando los soldados registraron el cadáver en busca de documentos encontraron una cartilla de identidad con el nombre de Baltazar López.
lunes, 20 de abril de 2009
Marcelo, el escultor del Conde
Sus manos habían labrado el durísimo mármol por años, es lo que le gustaba hacer y nunca habría ni pensado en trabajar otra cosa. No era un oficio, claro que no, era un arte y así se lo habían venido haciendo saber por mucho tiempo los que le conocían y los que le admiraban, y también sus aprendices.
Desde muy chico, sintió la necesidad de darle forma a la piedra. En cuanto tomaba un guijarro del suelo, empezaba a golpearlo con otra roca y en poco tiempo aparecía la silueta de un caballo o de un toro.
A pesar de eso, sus padres no apreciaban aquel don, y no era porque no se diesen cuenta de que el muchacho tenía muy claras aptitudes artísticas, sino porque lo necesitaban para otros quehaceres. Era el único varón de aquella familia de campesinos. Por lógica natural y por la necedad de la supervivencia, aquel niño era el llamado a seguir los pasos del padre: cuidar de la tierra, atender a los animales, mantener la casa en condiciones normales y cuidar a la familia.
El problema no era cosa simple. Porque perdía el tiempo en tallar sus piedras mientras era hora de cuidar las ovejas o de ordeñar las vacas, o de limpiar los gallineros, o de ir por agua al río; se ensimismaba de tal manera en darle los toques apropiados a aquellas rocas que el tiempo se le iba y era devuelto a la realidad de la vida o con el espantoso grito del padre o en el peor de los casos con un fuerte golpe que lo asustaba y lastimaba mucho más profundamente de lo que parecía.
En ese devenir, lastimoso, se le fueron los primeros años, tuvo que aprender a reprimir sus ansias escultóricas en ciertas horas del día, para evitar los castigos paternales. En casa, las cosas no marchaban de mejor manera, la madre, era igual de autoritaria, más por necesidad que por vocación, había tanto que hacer, desde la mañana hasta la noche. Atender las necesidades de los hermanos menores era una prioridad que no podía dejarse de lado bajo ningún pretexto.
Su suerte cambió un soleado día, en que estando atizando el fuego del caldero, escuchó una voz extraña, era una voz masculina que desde fuera de la casa, reclamaba por ser atendida. El padre estaba ausente, en sus oficios del campo, la madre con mil cosas por hacer, los hermanos clamando por comida, despertigados por toda la casa... y la voz fuerte seguía llamando desde fuera…
La madre, un tanto desconfiada, miró por la ventana y habló con el extraño por unos momentos, luego, se abrió la puerta y él pudo observar desde el fogón, un par de espléndidas botas pisar el viejo suelo de madera. El desconocido fue llevado hasta el pequeño comedor, la madre reclamó su presencia de inmediato.
Se acercó a la mesa y pudo observar el rostro del recien llegado, era blanco, alto, del ojos claros y amables... lo que más le llamó la atención fue su sonrisa... se sintió tranquilo, sin miedo y se acercó aun más. El hombre lo saludó, y lo hizo de una manera que nunca lo había hecho nadie, con una inclinación de cabeza y tendiédole la mano, además lo llamó por su nombre, el cual le había dado a saber la madre a aquel gentil visitante.
Fue enviado al huerto a recoger algunas frutas para el visitante. En el camino de vuelta a la casa, en su acostumbrado mirar hacia el suelo, su vista dio con una superficie blanca; dejó a un lado el cesto con frutas y se dedicó a escarbar el suelo, aquello que había visto era la puntita de algo más grande, era una piedra extraña, blanca con rayas negras y rojizas. De inmediato en su mente empezaron a desfilar toda clase de imágenes de objetos y animales, incluso de personas, que podían ser trasladadas a aquella roca de hermosa apariencia y fría superficie.
Buscó a su alrededor y encontró algunas de aquellas otras rocas, duras que le servían para cortar y dar forma a otras. Y empezó a golpear aquella piedra blanca, la golpeaba por acá y por allá y en cada golpe se desprendían pedacitos blancos que se iban acumulando en el suelo.
Y como siempre, el tiempo se le fue... trancurrió sin que él se diese cuenta... se olvidó de las frutas, de la madre, del amable desconocido y del padre y sus golpes... y claro, fue precisamente esto último lo que lo trajo de vuelta a la realidad... sintió su carne encenderse, y luego el dolor y el ardor penetrantes... todo a la par del grito de aquella voz tan conocida... el padre lo sorprendió agachado en medio del camino, le habló una, dos, tres veces y fue como hablarle a una pared, entonces quitándose la correa de sus pantalones, le propinó un fuerte golpe en la espalda…
Su respuesta fue la de siempre, salir corriendo, llorando y gritando y sin soltar su tesoro... esta vez se dirigió a la casa... olvidando el cesto de frutas a los pies del padre.
Cuando entró a la casa, sabía que más golpes vendrían, la madre estaría enfurecida por la tardanza y ya tendría en sus manos el atizador, listo para impartir la disciplina... más no hubieron golpes esta vez; en el medio del recibidor estaba de pie el amable visitante, observando lo que acontecía, la madre a un lado, roja como un tomate, pero sin el atizador en sus manos, éstas las sostenía sobre sus caderas.
Por alguna razón, en lugar de ir a su escondite, bajo su cama, se refugió entre las piernas del visitante y esperó con ansiedad la llegada del padre. Este llegó, y sin dudas iría a darle una paliza acompañada por mil golpes... pero esto tampoco sucedió... el padre entró y se encontró cara a cara con el visitante. Lo increíble fue que aquel hombre de hierro, de mirada ígnea y voz de huracán que era su padre, puso rodilla en el suelo y bajo la cabeza ante el visitante.
No hubieron regaños... ni golpes... y el silencio que se hizo en la casa hasta le pareció raro... además lo sentaron a la mesa, le dieron pan y miel y un gran vaso de leche de cabra... fue entonces cuando se calmó lo suficiente y escuchó al visitante…
-He sabido desde hace ya algún tiempo que este niño tiene el don de tallar la piedra- dijo el hombre- Y también he observado que ustedes tienen el don de tallarle la espalda a golpes...-
-El niño no merece esta vida… ya ven de lo que es capaz de hacer con sus manos… y pienso que su futuro es mejor en otro mundo… aquí se va a desperdiciar un talento increíble… así que ustedes deciden… eso si… piensen bien lo que van a responder…-
-Pero señor– dijo el padre, – usted sabe que Marcelo es lo único que tenemos para nuestro futuro… no podemos prescindir de él… sería una tragedia para nosotros.-
– Y quedarse aquí, – dijo el visitante – sería una tragedia para él.
-Nosotros no entendemos de artes, señor – dijo el padre– entendemos del campo, de las cosechas, de los animales… ésta es nuestra vida, y Marcelo es parte de esta vida… Mi abuelo crió a mi padre de ésta manera, y mi padre me crió a mí de la misma forma... no conozco otra señor... es la tradición...-
-Ya veo… -dijo el visitante al tiempo que se paraba– entonces no queda alternativa, les dije que pensasen bien lo que iban a responder, y lo que respondieron no es lo que quería escuchar, por lo tanto, he decidido llevarme a Marcelo inmediatamente a palacio… ustedes podrán visitarlo una vez al año si asi lo desean o hasta que él lo permita.
Despues de aquellas palabras, ambos padres se echaron a llorar, él sintió una especie de tristeza al verlos asi, y ya estaba levantándose para ir a abrazarlos cuando el visitante le tomó de los brazos y lo acercó a él diciéndole:
-Marcelo, soy el Conde Migraff, soy el dueño absoluto de todas estas tierras, y quiero que vengas conmigo a palacio, tengo muchas piedras allí, grandes y hermosas, de muchos colores y quiero que las transformes, que las conviertas en aves, en caballos, en cisnes, en muchas cosas… tus padres lloran porque son felices… ellos saben que estarás bien… y te van a visitar… Te va a gustar mi palacio, además conocerás a otros que también aman las piedras y que igual que tú, pueden crear cosas hermosas… ellos serán tus maestros y te enseñaran sus secretos… Ve a traer algo de ropa… no necesitas más… vamos, te espero… date prisa...
No pensó más en nada y fue a recoger lo que el Conde le había dicho. Desde allí se escuchaban los llantos de la madre y los lamentos del padre, pero predominó la voz de aquel hombre...
Al volver, ambos padres lo abrazaron fuertemente, aun lloraban mucho, pero se puede decir que lo empujaron hacia la puerta. Fuera, el Conde esperaba en su caballo… lo levantó en vilo y lo colocó frente a él sobre la bestia y empezaron a cabalgar… el ruido del aire en sus oídos era fuerte y el cuerpo le empezó a doler por el movimiento…
Recorrieron mucho terreno... dejaron muy lejos aquel montocito de cabañas viejas donde vivían sus padres y los vecinos... y de pronto, apareció frente a Marcelo, aquel inmenso palacio... igual de imponente que el mismo Conde... Atravesaron el puente, las inmensas puertas se abrieron y los sirvientes corrieron a ayudar al Conde a bajar del caballo... El Conde lo tomó de la cintura y lo bajó del rocín...
-Bien Marcelo... ésta es ahora tu casa.- dijo el Conde.
Y dirigiéndose a otros sirvientes, les ordenó que atendieran al niño y que lo colocasen donde ya sabían.
Se acostumbró rápidamente a la vida en palacio… le enseñaron muchas cosas y aprendió velozmente. Su visión del mundo se ensanchó enormemente y lo mejor de todo, es que tenía todo el tiempo del mundo para darle forma al mármol, como aprendió que era el nombre de aquella piedra…
Sus padres llegaron algunas veces a verlo… sus visitas siempre eran breves y en las puertas del palacio, un soldado se mantenía siempre cerca... los padres simplemente llegaba a abrazarlo y a seguir llorando... luego, las visitas se terminaron... y Marcelo se olvidó de ellos con el paso del tiempo.
Conoció a otros Condes y Reyes… El Conde Migraff llegaba y le ordenaba le hiciera una sirena con tales detalles… él la hacía, encantado y luego se enteraba que la sirena era un regalo del Conde hacía otro poderoso…
Trabajaba en su arte, dentro de aquel gran recinto… sólo el Conde y algunos otros podían entrar… en ese lugar comía, dormía… vivía…
Sus manos fueron labrando el durísimo mármol por años… y la soledad empezó a molestarle.
Fue entonces… cuando desde su balcón… la vio…
Una doncella… caminaba sola por los jardínes… lentamente, se paseaba entre las estatuas que él mismo había labrado, las tocaba… las acariciaba… iba de una a otra… se parecia un poco a ellas…
No pertenecía al palacio... por lo tanto no debía estar allí... si la descubrían estaría en problemas... pero era tan especial la visión de aquella mujer... que él decidió no decir nada a nadie sobre ella.
Cada tarde, se repetía lo mismo… él dejaba lo que estuviese haciendo, por importante que fuese… y se iba a su balcón a observar a la doncella… ella se percató de su presencia… y le sonreía… y sus paseos eran desde entonces mas sensuales… mas atrayentes… y cada vez más cercanos a su balcón... pero aun así... era imposible que se pudiesen hablar...
Trató de averiguar quién era la doncella… nada. El Conde no tenía familia… la dama definitivamente no podía ser parte de la servidumbre… y nadie la conocía.
Le expresó al Conde su deseo por salir a dar caminatas por el jardín... pero el Conde se negó. Podía pasear libremente por todo el palacio... a su entero placer... pero no podía salir de el.
El deseo de poder saber más de ella, fue haciéndose intenso. Suplicó mil veces al Conde le permitiera salir a los jardínes por las tardes… el Conde se negó una y otra vez. Y le recordó que habían varios trabajos pendientes que estaban extrañamente atrasados. Mientras no cumpliese con aquellos, no le iba a ser permitido ni siquiera salir de su recinto.
Pero sus manos se negaban a apresurar las tareas encomendadas… Pasaba la mañana entera pensando en aquella dama, en las tardes la veía lejana, caminando entre las estatuas y percibiendo su sonrisa y por las noches no dormía imaginándose mil encuentros con ella… y asi… el mármol dejó de interesarle…
El Conde que se percató del atraso, llegó a exigirle que finalizase, pero Marcelo se negó, diciendo que si el Conde no le permitía salir por las tardes a los jardínes, él no terminaría lo iniciado… El Conde se molestó pero al ver la decisión de Marcelo, le dijo que le permitiría salir a los jardínes una vez por semana… Marcelo aceptó.
El día de salir llegó… Marcelo estaba loco de alegría… estaba enamorado, el amor lo invadía, su corazón hablaba, cantaba… caminó entre las estatuas esperando que apareciese aquella niña divina de sonrisa dulce… y sabía que tenía que declararle su amor… le diría que había nacido para amarla, que ella sería para siempre la dueña de su vida, que la había esperado, que la había soñado, solo de imaginar el encuentro, la garganta se le cerraba de los nervios…
En eso… ella apareció… envuelta en su manto blanco… hermosa… de grandes ojos claros y aquella sonrisa brillante y femenina… el manto envolvía un cuerpo que se antojaba perfecto… se acercó al escultor…El se sentía petrificado… su corazón se aceleraba… y se dio cuenta que estaba más enamorado que nunca…
Entonces ella dijo:
– Eres Marcelo, el gran escultor del Conde Migraff?
El asintió con la cabeza… a punto de brincar sobre ella y darle un beso apasionado.
– Marcelo… soy tu hermana Gisela… nací luego de tu partida…desde hace tiempo he tratado de entrar a palacio o de dejarte un mensaje, pero no he podido… al no saber quien eras, y verte en aquel balcón he tratado de llamar tu atención y atraerte a mí para cumplir con mi misión… ahora sé que eres tú… Marcelo… Nuestros padres han muerto de tristeza, desde que el Conde te trajo a palacio ellos vinieron a suplicarle te dejase ir con ellos muchísimas veces, pero nunca lo lograron, luego les fue negada la entrada y cuando llevaron el asunto al Rey, el Conde arrasó con las tierras, la casa y los animales… ordenó a todos los campesinos que no hicieran tratos con ellos, que nos les vendieran ni compraran nada… A mis hermanas y a mi, nos dieron a buenas familias que nos aceptaron… y ellos murieron… solos… tristes… abrazados a aquellas figuras de piedra que hacías cuando eras niño… Sólo he venido a decirte lo que ha sucedido… y a pedirte que si tienes aun un poco de amor por nuestros padres… vengues su muerte.-
Dando una vuelta… Gisela desapareció por entre los árboles…
Marcelo estaba pálido… mudo… tardó unos minutos en comprender el mensaje y en sentirse el ser más infeliz sobre la tierra… En un momento… había perdido a sus padres y al amor de su vida… en un segundo desaparecieron sus ansias, sus sentimientos, sus sueños, su alegría… se dio cuenta que vivía en una prisión, que aquel al que siempre había creído su mecenas, no era más que el asesino de sus padres y que la única mujer que había despertado su pasión era un imposible…
Sintió una oleada extraña que le bañó el corazón… regresó cabizbajo a su taller… a su mundo… vio sus mármoles inacabados… vio sus herramientas… vio su pasado… recordó a sus padres… recordó su vida… recordó a Gisela y se razgó sus vestidos, a la par de lanzar un triste gemido y dejar correr sus lágrimas que le quemaban el rostro…
Marcelo perdió el apetito… y su creatividad con el mármol se anuló. No volvió a acercarse a su balcón y se mantenía en un oscuro rincón… ya no atendió a sus aprendices…
Sus manos habían labrado el durísimo mármol por años, es lo que le gustaba hacer y nunca habría ni pensado en trabajar otra cosa. Hasta ahora…
El Conde llegaba todos los días a exigirle que terminara lo encargado… a reprenderlo por la pereza… En uno de estos… el Conde encontró a Marcelo trabajando en los mármoles… y se calmó… Marcelo bajo de su tarima y se acercó al Conde diciéndole:
– Señor… he labrado infinidad de formas para ti, pero nunca me has permitido hacer una estatua tuya… y creo, que te debo ese homenaje, a ti, a mi salvador… te debo lo que ahora soy y tengo que pagarlo de la manera en que puedo hacerlo… por favor, permíteme hacer una estatua en tu honor… -
El Conde lo escuchó y le dijo que terminara lo ya iniciado y que después hablarían de eso.
Marcelo trabajó incesantemente, en poco tiempo terminó lo que el Conde requería, pidió nuevos aprendices, mejoró su taller y sonreía todo el tiempo…
El Conde quedó satisfecho, como era costumbre con el trabajo de Marcelo, este aprovechó todo lo que pudo para convencer al Conde de hacer una estatua en su honor, hasta que éste aceptó… la única condición fue que el modelo para la escultura tenía que ser únicamente el Conde en persona y que el trabajo se haría exclusivamente por las noches… algo renuente ante tanta exigencia el Conde terminó aceptando las condiciones.
Marcelo se entregó a preparar todo lo necesario, pidió el bloque del más fino mármol que existiese, y pidió oro… mucho oro… cuando el Conde supo lo del dorado metal, preguntó a Marcelo cual era la finalidad de eso, Marcelo respondió que conocía una nueva técnica para mezclar el oro y el mármol para crear un nuevo tipo de escultura, digna para el Conde… y este, claro, habiendo recibido un saetazo en su orgullo personal, no preguntó más y ordenó que todo lo que Marcelo ordenase le fuese llevado lo más rápido que se pudiese.
Cuando todo estuvo listo… Marcelo pidió al Conde tres días para prepararse e iniciar el cincelado del mármol. Los obtuvo. Y durante tres días y sus noches, Marcelo no salió ni para comer… durante las noches, se escuchaban golpes fuertes en el taller del escultor y un brillo naranja iluminaba el balcón de su taller hasta ya entrada la madrugada.
Terminado el tercer día, al anochecer, Marcelo pidió al Conde ir al taller.
Era una noche fría y tormentosa… la lluvia caía en abundancia… el Conde llegó acompañado de un par de sirvientes… Marcelo le suplico los dejase ir, y le recordó que una de las condiciones para realizar aquel trabajo era la privacidad completa. El Conde pensando en que el oro tenía algo que ver con aquello, despidió a los sirvientes y quedo solo con Marcelo que cerró el taller con doble cerradura.
Afuera el viento crecía y la lluvía se intensificaba. Los cielos tronaban y los relámpagos iluminaban tenebrosamente las estatuas del jardín.
Marcelo, empezó a explicarle al Conde aquella nueva manera de escultura:
– Mi señor, este es un secreto muy bien guardado por mucho tiempo, sólo lo conocen los entendidos y es la primera vez que se explica a alguien que no es escultor, pero siendo tú quien eres, vale la pena que lo conozcas.-
– Aquí, tenemos los materiales para hacer el molde donde vaciaremos el oro fundido, que creará lo que se llama el “alma de la escultura”, este irá a su vez, incrustado entre dos planchas de mármol que cincelaré y será tu imagen esculpida. Es decir, una doble obra de arte, mármol por fuera y oro por dentro… ¿qué te parece?-
El Conde estaba embelezado… se imaginaba su escultura terminada, siendo admirada por todos…
– Magnífico Marcelo… empezemos.
– Bien, mi señor– dijo Marcelo. – Aca tengo estas planchas de madera, llenas de arcilla donde debo moldear tu cuerpo, necesito que te subas y te acuestes en una, yo voy a agregar mas arcilla para crear el molde… no te preocupes mi señor, no mancha, y además, estamos solos, nadie verá nada…-
El Conde, se acostó en una de aquellas planchas de madera y Marcelo trajó dos grandes recipientes llenos de arcilla y empezó a vaciarlos alrededor del cuerpo del Conde… a este le pareció incómodo aquel proceder pero nada dijo… sintió como su cuerpo se hundía suavemente en aquella superficie suave… mientras Marcelo agregaba más y más arcilla a los lados del cuerpo del Conde.
– Ahora señor. – dijo Marcelo. – permíteme cubrir tus ojos, nariz, boca y oídos con estos paños de seda para evitar que la arcilla te cause molestias…
El Conde no tuvo tiempo de aceptar, Marcelo le cubrió los ojos, la boca, la nariz y los oídos rápidamente… al tiempo que le decía que se mantuviese lo más quieto posible para que el molde no fuese a deformarse…que la operación no duraría mas que 10 minutos… El Conde que ya no podía responder movió un dedo en aprobación.
Pasados los diez minutos, el Conde que se sentía un tanto ridículo en aquella posición trató de moverse, pero se resultó imposible… estaba pegado por completo a aquella arcilla, trató de gritar pero el paño no se lo permitía… los truenos de la tormenta se hacían cada vez más frecuentes y poderosos…
Entonces el Conde escuchó la voz de Marcelo muy cerca a uno de sus oídos…
– Oh mi Señor… Conde de Migraff!… Tengo tanto que agradecerte… Soy un escultor gracias a ti… he tenido esta vida regalada, gracias a ti… soy rico, y conocido, gracias a ti…
– Y soy huérfano… gracias a ti…
El Conde se revolvía en aquella prisión de lodo que envolvía su cuerpo… estaba sofocado… rabiaba pero de nada le servía…
– Mi Señor… tengo que mostrarle al mundo mi agradecimiento hacia ti… Por eso crearé mi obra de arte, tu estatua… será tan especial que llevará incluso tu alma… y tu cuerpo…
Marcelo empezó a reír histericamente… mientras subía la otra plancha de madera y la colocaba justo sobre el rígido cuerpo del Conde… y la fue bajando poco a poco… lentamente hasta que el cuerpo del Conde quedó enmedio de las dos… Marcelo tomó sendas cuerdas y las pasó entre las dos planchas apretándolas lo más que pudo, hasta quedar exhausto…
Espero tranquilamente por el resto de la noche… a las primeras horas del alba, quitó las cuerdas y separó las planchas… el cuerpo del Conde se hallaba cubierto por completo de arcilla sólida… Marcelo con un pequeño cincel y martillo… quitó el exceso de arcilla hasta dejarlo perfecto… era una estatua verdadera… color marrón… con cuidado separó completamente el cuerpo de las planchas y lo cargó con gran esfuerzo hasta el contenedor donde hervía el oro y dejó caer el cuerpo del Conde dentro del líquido…
Pacientemente apagó el fuego… y espero… espero… espero…
Al tercer día… los sirvientes del Conde lograron romper la doble cerradura del taller de Marcelo… y se maravillaron al encontrar una estatua del Conde en tamaño natural, de oro puro sobre un hermoso bloque de fino mármol y en la piedra, las palabras: "En honra al asesino de mis amores", el cuerpo de Marcelo, frio, yacía a los pies de la escultura… con un puñal atravesándole el corazón…
Por más que buscaron al Conde Migraff nunca lo hallaron…
Desde muy chico, sintió la necesidad de darle forma a la piedra. En cuanto tomaba un guijarro del suelo, empezaba a golpearlo con otra roca y en poco tiempo aparecía la silueta de un caballo o de un toro.
A pesar de eso, sus padres no apreciaban aquel don, y no era porque no se diesen cuenta de que el muchacho tenía muy claras aptitudes artísticas, sino porque lo necesitaban para otros quehaceres. Era el único varón de aquella familia de campesinos. Por lógica natural y por la necedad de la supervivencia, aquel niño era el llamado a seguir los pasos del padre: cuidar de la tierra, atender a los animales, mantener la casa en condiciones normales y cuidar a la familia.
El problema no era cosa simple. Porque perdía el tiempo en tallar sus piedras mientras era hora de cuidar las ovejas o de ordeñar las vacas, o de limpiar los gallineros, o de ir por agua al río; se ensimismaba de tal manera en darle los toques apropiados a aquellas rocas que el tiempo se le iba y era devuelto a la realidad de la vida o con el espantoso grito del padre o en el peor de los casos con un fuerte golpe que lo asustaba y lastimaba mucho más profundamente de lo que parecía.
En ese devenir, lastimoso, se le fueron los primeros años, tuvo que aprender a reprimir sus ansias escultóricas en ciertas horas del día, para evitar los castigos paternales. En casa, las cosas no marchaban de mejor manera, la madre, era igual de autoritaria, más por necesidad que por vocación, había tanto que hacer, desde la mañana hasta la noche. Atender las necesidades de los hermanos menores era una prioridad que no podía dejarse de lado bajo ningún pretexto.
Su suerte cambió un soleado día, en que estando atizando el fuego del caldero, escuchó una voz extraña, era una voz masculina que desde fuera de la casa, reclamaba por ser atendida. El padre estaba ausente, en sus oficios del campo, la madre con mil cosas por hacer, los hermanos clamando por comida, despertigados por toda la casa... y la voz fuerte seguía llamando desde fuera…
La madre, un tanto desconfiada, miró por la ventana y habló con el extraño por unos momentos, luego, se abrió la puerta y él pudo observar desde el fogón, un par de espléndidas botas pisar el viejo suelo de madera. El desconocido fue llevado hasta el pequeño comedor, la madre reclamó su presencia de inmediato.
Se acercó a la mesa y pudo observar el rostro del recien llegado, era blanco, alto, del ojos claros y amables... lo que más le llamó la atención fue su sonrisa... se sintió tranquilo, sin miedo y se acercó aun más. El hombre lo saludó, y lo hizo de una manera que nunca lo había hecho nadie, con una inclinación de cabeza y tendiédole la mano, además lo llamó por su nombre, el cual le había dado a saber la madre a aquel gentil visitante.
Fue enviado al huerto a recoger algunas frutas para el visitante. En el camino de vuelta a la casa, en su acostumbrado mirar hacia el suelo, su vista dio con una superficie blanca; dejó a un lado el cesto con frutas y se dedicó a escarbar el suelo, aquello que había visto era la puntita de algo más grande, era una piedra extraña, blanca con rayas negras y rojizas. De inmediato en su mente empezaron a desfilar toda clase de imágenes de objetos y animales, incluso de personas, que podían ser trasladadas a aquella roca de hermosa apariencia y fría superficie.
Buscó a su alrededor y encontró algunas de aquellas otras rocas, duras que le servían para cortar y dar forma a otras. Y empezó a golpear aquella piedra blanca, la golpeaba por acá y por allá y en cada golpe se desprendían pedacitos blancos que se iban acumulando en el suelo.
Y como siempre, el tiempo se le fue... trancurrió sin que él se diese cuenta... se olvidó de las frutas, de la madre, del amable desconocido y del padre y sus golpes... y claro, fue precisamente esto último lo que lo trajo de vuelta a la realidad... sintió su carne encenderse, y luego el dolor y el ardor penetrantes... todo a la par del grito de aquella voz tan conocida... el padre lo sorprendió agachado en medio del camino, le habló una, dos, tres veces y fue como hablarle a una pared, entonces quitándose la correa de sus pantalones, le propinó un fuerte golpe en la espalda…
Su respuesta fue la de siempre, salir corriendo, llorando y gritando y sin soltar su tesoro... esta vez se dirigió a la casa... olvidando el cesto de frutas a los pies del padre.
Cuando entró a la casa, sabía que más golpes vendrían, la madre estaría enfurecida por la tardanza y ya tendría en sus manos el atizador, listo para impartir la disciplina... más no hubieron golpes esta vez; en el medio del recibidor estaba de pie el amable visitante, observando lo que acontecía, la madre a un lado, roja como un tomate, pero sin el atizador en sus manos, éstas las sostenía sobre sus caderas.
Por alguna razón, en lugar de ir a su escondite, bajo su cama, se refugió entre las piernas del visitante y esperó con ansiedad la llegada del padre. Este llegó, y sin dudas iría a darle una paliza acompañada por mil golpes... pero esto tampoco sucedió... el padre entró y se encontró cara a cara con el visitante. Lo increíble fue que aquel hombre de hierro, de mirada ígnea y voz de huracán que era su padre, puso rodilla en el suelo y bajo la cabeza ante el visitante.
No hubieron regaños... ni golpes... y el silencio que se hizo en la casa hasta le pareció raro... además lo sentaron a la mesa, le dieron pan y miel y un gran vaso de leche de cabra... fue entonces cuando se calmó lo suficiente y escuchó al visitante…
-He sabido desde hace ya algún tiempo que este niño tiene el don de tallar la piedra- dijo el hombre- Y también he observado que ustedes tienen el don de tallarle la espalda a golpes...-
-El niño no merece esta vida… ya ven de lo que es capaz de hacer con sus manos… y pienso que su futuro es mejor en otro mundo… aquí se va a desperdiciar un talento increíble… así que ustedes deciden… eso si… piensen bien lo que van a responder…-
-Pero señor– dijo el padre, – usted sabe que Marcelo es lo único que tenemos para nuestro futuro… no podemos prescindir de él… sería una tragedia para nosotros.-
– Y quedarse aquí, – dijo el visitante – sería una tragedia para él.
-Nosotros no entendemos de artes, señor – dijo el padre– entendemos del campo, de las cosechas, de los animales… ésta es nuestra vida, y Marcelo es parte de esta vida… Mi abuelo crió a mi padre de ésta manera, y mi padre me crió a mí de la misma forma... no conozco otra señor... es la tradición...-
-Ya veo… -dijo el visitante al tiempo que se paraba– entonces no queda alternativa, les dije que pensasen bien lo que iban a responder, y lo que respondieron no es lo que quería escuchar, por lo tanto, he decidido llevarme a Marcelo inmediatamente a palacio… ustedes podrán visitarlo una vez al año si asi lo desean o hasta que él lo permita.
Despues de aquellas palabras, ambos padres se echaron a llorar, él sintió una especie de tristeza al verlos asi, y ya estaba levantándose para ir a abrazarlos cuando el visitante le tomó de los brazos y lo acercó a él diciéndole:
-Marcelo, soy el Conde Migraff, soy el dueño absoluto de todas estas tierras, y quiero que vengas conmigo a palacio, tengo muchas piedras allí, grandes y hermosas, de muchos colores y quiero que las transformes, que las conviertas en aves, en caballos, en cisnes, en muchas cosas… tus padres lloran porque son felices… ellos saben que estarás bien… y te van a visitar… Te va a gustar mi palacio, además conocerás a otros que también aman las piedras y que igual que tú, pueden crear cosas hermosas… ellos serán tus maestros y te enseñaran sus secretos… Ve a traer algo de ropa… no necesitas más… vamos, te espero… date prisa...
No pensó más en nada y fue a recoger lo que el Conde le había dicho. Desde allí se escuchaban los llantos de la madre y los lamentos del padre, pero predominó la voz de aquel hombre...
Al volver, ambos padres lo abrazaron fuertemente, aun lloraban mucho, pero se puede decir que lo empujaron hacia la puerta. Fuera, el Conde esperaba en su caballo… lo levantó en vilo y lo colocó frente a él sobre la bestia y empezaron a cabalgar… el ruido del aire en sus oídos era fuerte y el cuerpo le empezó a doler por el movimiento…
Recorrieron mucho terreno... dejaron muy lejos aquel montocito de cabañas viejas donde vivían sus padres y los vecinos... y de pronto, apareció frente a Marcelo, aquel inmenso palacio... igual de imponente que el mismo Conde... Atravesaron el puente, las inmensas puertas se abrieron y los sirvientes corrieron a ayudar al Conde a bajar del caballo... El Conde lo tomó de la cintura y lo bajó del rocín...
-Bien Marcelo... ésta es ahora tu casa.- dijo el Conde.
Y dirigiéndose a otros sirvientes, les ordenó que atendieran al niño y que lo colocasen donde ya sabían.
Se acostumbró rápidamente a la vida en palacio… le enseñaron muchas cosas y aprendió velozmente. Su visión del mundo se ensanchó enormemente y lo mejor de todo, es que tenía todo el tiempo del mundo para darle forma al mármol, como aprendió que era el nombre de aquella piedra…
Sus padres llegaron algunas veces a verlo… sus visitas siempre eran breves y en las puertas del palacio, un soldado se mantenía siempre cerca... los padres simplemente llegaba a abrazarlo y a seguir llorando... luego, las visitas se terminaron... y Marcelo se olvidó de ellos con el paso del tiempo.
Conoció a otros Condes y Reyes… El Conde Migraff llegaba y le ordenaba le hiciera una sirena con tales detalles… él la hacía, encantado y luego se enteraba que la sirena era un regalo del Conde hacía otro poderoso…
Trabajaba en su arte, dentro de aquel gran recinto… sólo el Conde y algunos otros podían entrar… en ese lugar comía, dormía… vivía…
Sus manos fueron labrando el durísimo mármol por años… y la soledad empezó a molestarle.
Fue entonces… cuando desde su balcón… la vio…
Una doncella… caminaba sola por los jardínes… lentamente, se paseaba entre las estatuas que él mismo había labrado, las tocaba… las acariciaba… iba de una a otra… se parecia un poco a ellas…
No pertenecía al palacio... por lo tanto no debía estar allí... si la descubrían estaría en problemas... pero era tan especial la visión de aquella mujer... que él decidió no decir nada a nadie sobre ella.
Cada tarde, se repetía lo mismo… él dejaba lo que estuviese haciendo, por importante que fuese… y se iba a su balcón a observar a la doncella… ella se percató de su presencia… y le sonreía… y sus paseos eran desde entonces mas sensuales… mas atrayentes… y cada vez más cercanos a su balcón... pero aun así... era imposible que se pudiesen hablar...
Trató de averiguar quién era la doncella… nada. El Conde no tenía familia… la dama definitivamente no podía ser parte de la servidumbre… y nadie la conocía.
Le expresó al Conde su deseo por salir a dar caminatas por el jardín... pero el Conde se negó. Podía pasear libremente por todo el palacio... a su entero placer... pero no podía salir de el.
El deseo de poder saber más de ella, fue haciéndose intenso. Suplicó mil veces al Conde le permitiera salir a los jardínes por las tardes… el Conde se negó una y otra vez. Y le recordó que habían varios trabajos pendientes que estaban extrañamente atrasados. Mientras no cumpliese con aquellos, no le iba a ser permitido ni siquiera salir de su recinto.
Pero sus manos se negaban a apresurar las tareas encomendadas… Pasaba la mañana entera pensando en aquella dama, en las tardes la veía lejana, caminando entre las estatuas y percibiendo su sonrisa y por las noches no dormía imaginándose mil encuentros con ella… y asi… el mármol dejó de interesarle…
El Conde que se percató del atraso, llegó a exigirle que finalizase, pero Marcelo se negó, diciendo que si el Conde no le permitía salir por las tardes a los jardínes, él no terminaría lo iniciado… El Conde se molestó pero al ver la decisión de Marcelo, le dijo que le permitiría salir a los jardínes una vez por semana… Marcelo aceptó.
El día de salir llegó… Marcelo estaba loco de alegría… estaba enamorado, el amor lo invadía, su corazón hablaba, cantaba… caminó entre las estatuas esperando que apareciese aquella niña divina de sonrisa dulce… y sabía que tenía que declararle su amor… le diría que había nacido para amarla, que ella sería para siempre la dueña de su vida, que la había esperado, que la había soñado, solo de imaginar el encuentro, la garganta se le cerraba de los nervios…
En eso… ella apareció… envuelta en su manto blanco… hermosa… de grandes ojos claros y aquella sonrisa brillante y femenina… el manto envolvía un cuerpo que se antojaba perfecto… se acercó al escultor…El se sentía petrificado… su corazón se aceleraba… y se dio cuenta que estaba más enamorado que nunca…
Entonces ella dijo:
– Eres Marcelo, el gran escultor del Conde Migraff?
El asintió con la cabeza… a punto de brincar sobre ella y darle un beso apasionado.
– Marcelo… soy tu hermana Gisela… nací luego de tu partida…desde hace tiempo he tratado de entrar a palacio o de dejarte un mensaje, pero no he podido… al no saber quien eras, y verte en aquel balcón he tratado de llamar tu atención y atraerte a mí para cumplir con mi misión… ahora sé que eres tú… Marcelo… Nuestros padres han muerto de tristeza, desde que el Conde te trajo a palacio ellos vinieron a suplicarle te dejase ir con ellos muchísimas veces, pero nunca lo lograron, luego les fue negada la entrada y cuando llevaron el asunto al Rey, el Conde arrasó con las tierras, la casa y los animales… ordenó a todos los campesinos que no hicieran tratos con ellos, que nos les vendieran ni compraran nada… A mis hermanas y a mi, nos dieron a buenas familias que nos aceptaron… y ellos murieron… solos… tristes… abrazados a aquellas figuras de piedra que hacías cuando eras niño… Sólo he venido a decirte lo que ha sucedido… y a pedirte que si tienes aun un poco de amor por nuestros padres… vengues su muerte.-
Dando una vuelta… Gisela desapareció por entre los árboles…
Marcelo estaba pálido… mudo… tardó unos minutos en comprender el mensaje y en sentirse el ser más infeliz sobre la tierra… En un momento… había perdido a sus padres y al amor de su vida… en un segundo desaparecieron sus ansias, sus sentimientos, sus sueños, su alegría… se dio cuenta que vivía en una prisión, que aquel al que siempre había creído su mecenas, no era más que el asesino de sus padres y que la única mujer que había despertado su pasión era un imposible…
Sintió una oleada extraña que le bañó el corazón… regresó cabizbajo a su taller… a su mundo… vio sus mármoles inacabados… vio sus herramientas… vio su pasado… recordó a sus padres… recordó su vida… recordó a Gisela y se razgó sus vestidos, a la par de lanzar un triste gemido y dejar correr sus lágrimas que le quemaban el rostro…
Marcelo perdió el apetito… y su creatividad con el mármol se anuló. No volvió a acercarse a su balcón y se mantenía en un oscuro rincón… ya no atendió a sus aprendices…
Sus manos habían labrado el durísimo mármol por años, es lo que le gustaba hacer y nunca habría ni pensado en trabajar otra cosa. Hasta ahora…
El Conde llegaba todos los días a exigirle que terminara lo encargado… a reprenderlo por la pereza… En uno de estos… el Conde encontró a Marcelo trabajando en los mármoles… y se calmó… Marcelo bajo de su tarima y se acercó al Conde diciéndole:
– Señor… he labrado infinidad de formas para ti, pero nunca me has permitido hacer una estatua tuya… y creo, que te debo ese homenaje, a ti, a mi salvador… te debo lo que ahora soy y tengo que pagarlo de la manera en que puedo hacerlo… por favor, permíteme hacer una estatua en tu honor… -
El Conde lo escuchó y le dijo que terminara lo ya iniciado y que después hablarían de eso.
Marcelo trabajó incesantemente, en poco tiempo terminó lo que el Conde requería, pidió nuevos aprendices, mejoró su taller y sonreía todo el tiempo…
El Conde quedó satisfecho, como era costumbre con el trabajo de Marcelo, este aprovechó todo lo que pudo para convencer al Conde de hacer una estatua en su honor, hasta que éste aceptó… la única condición fue que el modelo para la escultura tenía que ser únicamente el Conde en persona y que el trabajo se haría exclusivamente por las noches… algo renuente ante tanta exigencia el Conde terminó aceptando las condiciones.
Marcelo se entregó a preparar todo lo necesario, pidió el bloque del más fino mármol que existiese, y pidió oro… mucho oro… cuando el Conde supo lo del dorado metal, preguntó a Marcelo cual era la finalidad de eso, Marcelo respondió que conocía una nueva técnica para mezclar el oro y el mármol para crear un nuevo tipo de escultura, digna para el Conde… y este, claro, habiendo recibido un saetazo en su orgullo personal, no preguntó más y ordenó que todo lo que Marcelo ordenase le fuese llevado lo más rápido que se pudiese.
Cuando todo estuvo listo… Marcelo pidió al Conde tres días para prepararse e iniciar el cincelado del mármol. Los obtuvo. Y durante tres días y sus noches, Marcelo no salió ni para comer… durante las noches, se escuchaban golpes fuertes en el taller del escultor y un brillo naranja iluminaba el balcón de su taller hasta ya entrada la madrugada.
Terminado el tercer día, al anochecer, Marcelo pidió al Conde ir al taller.
Era una noche fría y tormentosa… la lluvia caía en abundancia… el Conde llegó acompañado de un par de sirvientes… Marcelo le suplico los dejase ir, y le recordó que una de las condiciones para realizar aquel trabajo era la privacidad completa. El Conde pensando en que el oro tenía algo que ver con aquello, despidió a los sirvientes y quedo solo con Marcelo que cerró el taller con doble cerradura.
Afuera el viento crecía y la lluvía se intensificaba. Los cielos tronaban y los relámpagos iluminaban tenebrosamente las estatuas del jardín.
Marcelo, empezó a explicarle al Conde aquella nueva manera de escultura:
– Mi señor, este es un secreto muy bien guardado por mucho tiempo, sólo lo conocen los entendidos y es la primera vez que se explica a alguien que no es escultor, pero siendo tú quien eres, vale la pena que lo conozcas.-
– Aquí, tenemos los materiales para hacer el molde donde vaciaremos el oro fundido, que creará lo que se llama el “alma de la escultura”, este irá a su vez, incrustado entre dos planchas de mármol que cincelaré y será tu imagen esculpida. Es decir, una doble obra de arte, mármol por fuera y oro por dentro… ¿qué te parece?-
El Conde estaba embelezado… se imaginaba su escultura terminada, siendo admirada por todos…
– Magnífico Marcelo… empezemos.
– Bien, mi señor– dijo Marcelo. – Aca tengo estas planchas de madera, llenas de arcilla donde debo moldear tu cuerpo, necesito que te subas y te acuestes en una, yo voy a agregar mas arcilla para crear el molde… no te preocupes mi señor, no mancha, y además, estamos solos, nadie verá nada…-
El Conde, se acostó en una de aquellas planchas de madera y Marcelo trajó dos grandes recipientes llenos de arcilla y empezó a vaciarlos alrededor del cuerpo del Conde… a este le pareció incómodo aquel proceder pero nada dijo… sintió como su cuerpo se hundía suavemente en aquella superficie suave… mientras Marcelo agregaba más y más arcilla a los lados del cuerpo del Conde.
– Ahora señor. – dijo Marcelo. – permíteme cubrir tus ojos, nariz, boca y oídos con estos paños de seda para evitar que la arcilla te cause molestias…
El Conde no tuvo tiempo de aceptar, Marcelo le cubrió los ojos, la boca, la nariz y los oídos rápidamente… al tiempo que le decía que se mantuviese lo más quieto posible para que el molde no fuese a deformarse…que la operación no duraría mas que 10 minutos… El Conde que ya no podía responder movió un dedo en aprobación.
Pasados los diez minutos, el Conde que se sentía un tanto ridículo en aquella posición trató de moverse, pero se resultó imposible… estaba pegado por completo a aquella arcilla, trató de gritar pero el paño no se lo permitía… los truenos de la tormenta se hacían cada vez más frecuentes y poderosos…
Entonces el Conde escuchó la voz de Marcelo muy cerca a uno de sus oídos…
– Oh mi Señor… Conde de Migraff!… Tengo tanto que agradecerte… Soy un escultor gracias a ti… he tenido esta vida regalada, gracias a ti… soy rico, y conocido, gracias a ti…
– Y soy huérfano… gracias a ti…
El Conde se revolvía en aquella prisión de lodo que envolvía su cuerpo… estaba sofocado… rabiaba pero de nada le servía…
– Mi Señor… tengo que mostrarle al mundo mi agradecimiento hacia ti… Por eso crearé mi obra de arte, tu estatua… será tan especial que llevará incluso tu alma… y tu cuerpo…
Marcelo empezó a reír histericamente… mientras subía la otra plancha de madera y la colocaba justo sobre el rígido cuerpo del Conde… y la fue bajando poco a poco… lentamente hasta que el cuerpo del Conde quedó enmedio de las dos… Marcelo tomó sendas cuerdas y las pasó entre las dos planchas apretándolas lo más que pudo, hasta quedar exhausto…
Espero tranquilamente por el resto de la noche… a las primeras horas del alba, quitó las cuerdas y separó las planchas… el cuerpo del Conde se hallaba cubierto por completo de arcilla sólida… Marcelo con un pequeño cincel y martillo… quitó el exceso de arcilla hasta dejarlo perfecto… era una estatua verdadera… color marrón… con cuidado separó completamente el cuerpo de las planchas y lo cargó con gran esfuerzo hasta el contenedor donde hervía el oro y dejó caer el cuerpo del Conde dentro del líquido…
Pacientemente apagó el fuego… y espero… espero… espero…
Al tercer día… los sirvientes del Conde lograron romper la doble cerradura del taller de Marcelo… y se maravillaron al encontrar una estatua del Conde en tamaño natural, de oro puro sobre un hermoso bloque de fino mármol y en la piedra, las palabras: "En honra al asesino de mis amores", el cuerpo de Marcelo, frio, yacía a los pies de la escultura… con un puñal atravesándole el corazón…
Por más que buscaron al Conde Migraff nunca lo hallaron…
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