Esa es la idea, o la costumbre de decir cada final de año.
Pero ¿es realmente algo práctico el sentido que esa frase tiene o es un eco vacío, una repetición sin esencia que decimos como loros amaestrados... ?
Nuevos proyectos, nuevos derroteros, nuevas metas, nuevas perspectivas, nuevos sueños... siempre que se nos abre un nuevo año: doce meses que vienen en blanco para colmarlos de las mejores cosas, de las mejores intenciones, de las mejores decisiones... ¿es eso lo que hacemos?
¿Quedarán todas aquellas cosas negativas, que son parte de nuestro ser, en ese último minuto del año que se acaba? ¿Las culpas, los malos procederes, las equivocaciones, las consecuencias de nuestros errores, los defectos, los abusos, el mal carácter... terminan con el año que se va?
¿Lo malintencionado, lo descuidado, lo amargo, lo incompresivo, lo injusto, lo cruel, que podemos llegar a ser, desaparecen junto con ese año que dice adiós?
Año nuevo, vida nueva... ¿A qué vida nos referimos?
Mejorar... en todo el ámbito posible, en el personal por supuesto, el ganar más dinero, el vernos más atractivos, el sentirnos más saludables, el conseguir el elogio y por que no... la envidia ajena y ser reconocidos por esos logros personales... ¿a esa vida nos referimos?
Pero... ¿qué hay de la vida que no es la nuestra?
En este año que comienza...
¿Seremos acaso más pacientes con los que generan nuestra impaciencia?
¿Seremos más cordiales con aquellos que han sufrido nuestro mal proceder?
¿Seremos más justos con aquellos que en algún momento cruzaron nuestro límite?
¿Seremos más honestos con aquellos a los que hemos engañado?
¿Daremos nuestra sonrisa franca a aquellos que vieron nuestra seriedad?
¿Conseguiremos la confianza de aquellos que traicionamos?
¿Veremos a las personas por lo que son y no por lo que aparentan?
¿Cultivaremos el buen trato, la amabilidad y la dignidad a otro nivel en este nuevo año?
Año nuevo, vida nueva... nada cuesta hacerlo realidad.