sábado, 21 de agosto de 2010

El Silencio del Silencio



El centro del universo es un lugar irreal, un lugar imaginario, una pizca de nuestra mente, un punto distante, alejado, perdido; rodeado de la nada, lejos de cualquier luz, envuelto por completo en el profundo silencio, es la locura de la soledad, es la inmortalidad de la muerte conciente, una fantasía que campea en momentos determinados de una imaginación que nos traslada a esa región aislada de todo, de todos. Allí, donde un segundo es una eternidad, donde el movimiento es imposible, un mar inmenso de inmovilidad, silencio y oscuridad, descansa sin descansar el espíritu agitado por la desesperación y la agonía de la lejanía.

Nuestra realidad se transforma, nos transforma en algo diferente a lo que somos, la antesala a un viaje a lugares mucho más perdidos, donde ya no seremos quienes somos porque el tiempo ha llegado, no hay lágrimas que nos consuelen, no hay palabras que nos den un apoyo, no hay manos que nos acaricien, no hay comprensión, estamos solos y en cierta manera aceptamos lo inevitable que nuestra mente ha formado.

Durante el tiempo en que esto sucede, hay infinidad de cosas en las que pensamos, en nuestra propia vida y todos sus acontecimientos durante la existencia que hemos vivido, las cosas buenas, alegres, el aquello que aun no hemos terminado, los planes que fueron concretados y aquellos que aun son sueños, la familia, aquellas pláticas que dejaron huella, aquellas que hirieron, aquellas que no fueron tan inteligentes, aquellas que condenaron o aquellas que ayudaron, pensamos en nuestros logros, en nuestros errores, en nuestra propia conducta hacia nosotros mismos y hacia los demás, sopesamos las ventajas y las desventajas que tuvimos en el camino, pensamos en las oportunidades que se tomaron y en aquellas que no fueron aprovechadas, en éxitos y fracasos. Pensamos en los amigos y en los enemigos. Pensamos en lo importante y en lo nimio con igual intensidad.

Y poco a poco todo va cerrándose en torno nuestro. El palpitar de la vida se aleja lentamente. Las flores dejan de brillar bajo la luz del sol, el viento se detiene, la música se silencia y el dolor mengua. El dulce veneno de la lejanía se extiende por todo lo que nuestros sentidos captan y nos vamos hundiéndo lentamente, en la nada.

El silencio del silencio nos abraza, y el lugar fatal y ansiado se presenta, recibiéndonos en su seno.

La mente es poderosa, la imaginación tiene a veces vida propia. Podemos morir sin morir, y estar en el cielo o en el infierno que nosotros diseñamos sin querer o con intención. Más esto no se hace sin motivo. Siempre hay un motivo, claro a veces, indefinible en otras.

Cuando las cosas pierden su valor, porque lo deseamos o porque no podemos evitarlo, el centro del universo se presenta con una invitación eterna y nuestra mente se adelanta a los hechos que no podremos evitar. Y aunque sea difícil de apreciar, la paz del silencio es lo que al final de cuentas es lo que anhelamos en momentos de grave circunstancia. Sea imaginación o deseo, llegará el momento en que será realidad. Todo es cuestión de tiempo para llegar a ese lugar que no tiene sustancia, ni materia, ni nada... al silencio del silencio.

Poetalibre
"Escritos desde San Francisco"
Abril 2010

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