miércoles, 25 de agosto de 2010

La Partícula



En cada momento de la vida,
hay ocasiones en las cuales
uno se da cuenta que hay algo
que falta en nosotros y
ese algo es tan importante
que al tomar conciencia de su ausencia
se desmorona hasta el propio carácter.
La falta aquella ha sido "presentida"
en determinada ocasión, pero no
hubo pensamiento que la declarara
como una parte nuestra o que
debería ser nuestra para estar completos
en determinado minuto o experiencia de vida.
Y es que en realidad, nunca,
estamos completos, ni en la alegría
más alta, ni tampoco en la tristeza absoluta.
Ese átomo de esencia que nos incompleta
hubiera sido la corona de luz en
los días de felicidad o la guillotina
que cercenara de golpe la poca
prestancia que nos quedase en los
oscuros días de la amargura.
Es una pizca de nosotros mismos que se
esfuma en situaciones extremas de
nuestra personalidad y carácter.
No viene de afuera, no nos la da persona
alguna, no la ganamos o la perdemos,
es algo nuestro, nosotros mismos
que dividimos nuestro espíritu para
evitar lo más hermoso o lo más fatal.
Nunca es nuestra comprensión absoluta,
nunca es nuestra duda completa,
no hay sonrisa triunfal, ni lágrima profunda
es nuestro mecanismo de defensa pero aún así,
la quisieramos para entender lo que es
la más completa de las satisfacciones o la
más esquizofrenicas de las decepciones.
La mayoría de nosotros vamos por la vida
sin percatarnos de esa partícula que nivela
nuestras emociones, es el ínfimo gramo de
lo que somos y que nos guarda de ese paso
al más allá, porque nuestros sentimientos,
sean estos bondadosos o malsanos,
nos dominan hasta el punto de que
nosotros mismos nos podemos perder
en esos laberintos emotivos que condenarían
irremediablemente a nuestra existencia,
a entrar en las sombras de la locura.

Poetalibre
Cuaderno Blanco - Laberintos Privados - Chispas Interiores - Agosto 2007


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