No te sientas con derecho de llamarte la ofendida,
pues sólo sufres las consecuencias de tu acción.
Hoy el llanto que derramas y tu falsa indignación,
es una ridícula mentira y a mi alma no intimida.
Yo te amé, no lo dudes, con toda la fuerza de mi ser,
pero al amor no lo comprendes, no sabes amar...
olvidaste las cosas importantes, las de recibir y dar,
pues a ti lo mismo vale, el amar y el querer.
Me pregunto que clase de roca tienes por corazón,
que a pesar de tanto amor, no lo pude cambiar,
a cambio de ello sólo logré a mi alma lastimar
con falsas esperanzas de vencer tu obstinación.
Esa necia actitud que durante nuestra relación
mantuviste ciegamente a todo momento
fue la causante principal de ese constante tormento
que se convirtió en nuestra destrucción.
Ojalá encuentres en tu vida quien comprenda,
quien acepte vivir bajo tu manera tan despótica;
que soporte tu agresividad y tu manía neurótica
y que con su amor y paciencia, el tuyo encienda.
Yo de ti, guardaré quizá un simple recuerdo,
no quiero torturarme más el pensamiento
trantando de comprender lo que no entiendo
para no terminar loco, enfermo y seguir cuerdo.
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