domingo, 22 de noviembre de 2009

La Dulce Vida


¿Qué necesitamos para vivir plenamente?
Vivir... simplemente.

Nadie necesita una casa lujosa, autos, muebles, dinero en abundancia, un nivel social de primera categoría, un ambiente lleno de deliciosas propiedades, un nombre conocido por medio mundo, una profesión que nos mantenga en la cima de la montaña inventada por la egolatría.

Necesitamos únicamente satisfacer las necesidades naturales de nuestro cuerpo, cuando vayan apareciendo. El hambre, la sed, el dormir... el sexo...

Nuestro estómago no diferencia entre un caviar costosísimo y un pedazo de pan con sal, o entre un vino francés de excelente calidad y un vaso de agua. Nuestro cuerpo necesita reposo, e igual lo hallamos si dormimos sobre un pedazo de tela roída o en una cama imperial en una suite de lujo de un hotel de cinco estrellas y sobre el sexo... bueno... es la calidad, no la cantidad lo que satisface a la larga.

Vivir plenamente, es vivir en paz.

Y nuestro mundo humano, este que entre todos hemos creado, nos impulsa a existir de una manera antinatural, inventamos prisas, inventamos necesidades, inventamos estatus sociales y a esta altura las consideramos indispensables para nuesta vida.

Esa paz, cada día está más lejana, casi inexistente para la inmensa mayoría de seres humanos;
nos esforzamos desde muy temprano a la búsqueda y conquista de ese nivel que creemos es el óptimo para disfrutar de nuestro paso por el mundo.

Complicamos nuestra vida, entre los deseos que tenemos y los fracasos que conseguimos, porque el éxito aparente en nuestro camino sólo involucra más penas, más problemas, más tristezas, más soledad...

Vivimos tan a prisa que perdemos el precioso tiempo que limitadamente tenemos a nuestra disposición, y la vejez llega sorpresivamente, y descubrimos que a pesar de la dura tarea a la que nos impusimos, no tenemos nada. Bañados en lujos y no tenemos nada.

Perdemos el rumbo, equivocamos el camino, probamos lo innecesario, esclavizamos nuestra libertad, creamos conflictos con aquellos que amamos y nos aman, enfermamos nuestros cuerpos, nos internamos en pasiones contradictorias, en vicios destructivos, en relaciones que no van a ninguna parte, en metas inalcanzables y en sueños impracticos.

¿Es el pago por ser la máxima creación evolutiva? ¿Es que acaso, al evolucionar la inteligencia, el instinto que maneja el sentido lógico de la simple existencia ha quedado invalidado? ¿No debería ser lo contrario?

Somos criaturas llenas de enorme capacidad, podemos ser buenos o malos, es nuestra elección.

Entre nosotros hay ejemplos de virtud y bondad. Pero la mayoría de nosotros, metidos hasta la cabeza en las rutinas de esa vida inventada, lejos muy lejos de la virtud y la bondad, ya no podemos disfrutar de una vida simple que nos de la paz que todos necesitamos.

Y aunque el caviar y el vino francés son inalcanzables para muchos, nos hacemos la idea de que algún día los disfrutaremos y entonces, habremos vivido plenamente.




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