Siempre intuí que yo era un hombre-lobo, pensé que ser tigre o león sería mejor, quizá un poco majestuoso comparado con esos canes salvajes, pero al sentir en mis venas el furor de una sangre en ebullición al percibir la luna llena en un cielo despejado, desheché cualquier duda al respecto.
Desde que tengo memoria, esas noches de luna habían sido desastrosas para mí, toda mi naturaleza cambiaba, para lo peor, lamentablemente, ya que no conocía mi mal... por no decir mi suerte, tal como ahora la conozco.
Mi familia nunca comprendió lo que me sucedía y fui catalogado de demente, de enfermo mental, de caso perdido, de vil mentiroso y exagerado, de querer llamar la atención, culparon a mi soledad, a mi débil salud, a lo enfermizo de mi ánimo, a un sin fin de razones y motivos, esgrimidos con una patética seguridad que me enfermaba más que esas noches de plenilunio.
El límitado círculo de amigos que llegué a tener fue disminuyendo hasta quedar en nada, luego de algunos episodios desagradables para ellos, los cuales al igual que mi familia, concluyeron que estar alejados de mí era lo más juicioso y correcto. Algunos hasta llegaron a sugerir algún tipo de internación en uno de esos centros mentales llamados manicomios.
Pero ni mi familia, ni esos pocos amigos, ni nadie en realidad, hizo nada más por mí, más que alejarse, olvidándome para siempre y evitando a toda costa el siquiera tenerme en su horizonte visual. Que Dios se apiade de ellos... es lo menos que puedo hacer, cuando los pienso... cuando aún conservo mi humanidad...
Mi comprensión llegó sorpresivamente en un oscuro atardecer, fue cuando conoci a Ivana; vagabundeaba yo por esas calles solitarias y al detenerme en una esquina alumbrada pobremente, la ví salir de aquella tienda de flores donde trabajaba, yo, acostumbrado a que la gente se sintiera molesta de inmediato con mi presencia, decidí alejarme pero sus ojos, esos bellos ojos se posaron en mí sin miedo y de su rostro emergió la más hermosa sonrisa que he visto en mi vida...
Me quedé paralizado ante la sorpresa y un sabroso sentimiento me invadió cuando Ivana comenzó a acercarse a mi.
-Hola, ¿qué haces? ¿Vives por aquí? - Preguntó con una voz suave y firme a la vez.
-Hola... sólo paseo... vivo por aquí y por allá... Hueles rico, a flores - dije más tranquilo.
Ella sonrió y tomó la manga de su blusa, oliéndola, - Si, rosas, margaritas, geranios, muchas flores, es mi trabajo, paso todo el día entre ellas, es un buen trabajo, y tú... ¿trabajas en alguna parte?
-No... no soy bueno en nada, no tengo oficio, sólo vivo, soy un vagabundo - dije mirándola fijamente a los ojos.
-Un vagabundo joven, fuerte y... guapo... -dijo examinándome con su mirada - Me llamo Ivana, ¿tiene el joven vagabundo un nombre propio?
-Ramiro...
-Pues mucho gusto Ramiro - dijo, extendiéndome su blanca mano para estrecharla a la mía. - Te podría pedir el favor de que me acompañases a mi casa, no es lejos, prefiero ir con alguien, ¿Qué dices?
Dudé un poco antes de responder, miré hacia todas partes, la calle vacía, la noche se hacía cada vez más patente y el reflejo de una luna llena aparecía en el horizonte... - Si, te acompañaré, cualquier rumbo me es bueno - respondí al fin.
Y empezamos a caminar, Ivana empezó a contarme sobre su trabajo, sobre su vida en general, el abandono de su padre cuando apenas era una niña, la muerte sorpresiva de la madre hace apenas unos años, un par de relaciones desastrosas con tipos que se aprovecharon de ella, yo, la escuchaba en silencio y a la vez el desasosiego me invadía mientras aquella luna iba emergiendo en toda su gloria en aquel cielo ya oscuro.
Entramos en un parque, solitario y lleno de inmensos árboles. Tomamos una de las muchas veredas que por él se encontraban, Ivana iba animada, su confianza era contagiosa, en un momento tomó mi mano, nos miramos y su sonrisa desapareció por completo... -Ramiro, ¿te sientes mal?
La luz de la luna invadió todo el ambiente, para Ivana era sólo eso, la luz de la luna, para mí, era una lluvia de dardos que inclementes se hundían en mi piel tan profunda y dolorosamente que me hicieron gemir.
Mis sentidos aumentaron su capacidad y mi percepción se hizo abrumadoramente intensa, yo, ya había experimentado esas cosas durante toda mi vida y hasta allí había llegado, pasadas unas horas todo desaparecía y caía yo en una especie de letargo hasta que se repetía todo cada noche durante el período de luna llena, pero esta vez... esta vez era diferente, quizá por la presencia de Ivana, quizá por el lugar... no lo sé...
Mil aromas inundaron mi olfato, mil ruidos saturaron mis oídos, colores nunca vistos aparecieron ante mis ojos, podía gustar el aire, el asombro de Ivana, su confusión, mi piel vibraba... de mi garganta emergían sonidos extraños, cada hueso, cada músculo, cada coyuntura, cada nervio de mi cuerpo se enloquecía, y adoptaba nuevas formas... no pude sostenerme más y caí al suelo... Ivana, parada allí, como una estatua, soportó aquella experiencia... la sentía tensa pero no aterrada... eso la salvó...
Abrí mis ojos... me incorporé... me sentía liviano, fuerte, elástico...ahh Ivana!... sabía que era Ivana... pero su aroma ya no era de flores... era de hembra... era de deseo... mío o de ella, no lo sé, pero era de deseo intenso... de posesión ardiente... urgida... arrolladora... cuando traté de hablarle, de mí sólo emergió un ronco gruñido sofocado y salvaje... ella cerró sus ojos, mansa y tranquila, comprendió que aquel era sin duda su último día sobre este planeta, que aquel vagabundo joven, fuerte y guapo sería su verdugo final, que se había equivocado una vez más...
Su palpitación era música, su piel blanca casi transparente me permitía observar su sangre roja, viajando velozmente por sus venas y arterias, su respiración... todo en ella me excitaba... era una hembra... mi hembra... la olorosa... en un momento la apresé en mis brazos, le destrozé la ropa, llevándome pedazos de su carne y la hice mía salvajemente... ella no emitió ningún sonido, ni una queja, ni un sollozo... eso la salvó...
La dejé allí... viva... inerme y desmayada... pero viva.
Otros aromas, otros sonidos, otros colores llamaban mi atención... Mi conciencia era apenas un minúsculo resplandor en aquella orgía tenebrosa colmada de luz de luna... Sabía que era Ramiro... y sabía también que era un lobo... y me gustó saberlo...
Ivana... no te olvidaré... ahora... me concentro... aspiro el aire nocturno profundamente... identifico... no están lejos... que Dios se apiade de ellos...